VIAJE A CORDOBA
Un poco aburrido de Miami, decidí volver a Argentina unos días antes que
Norma e ir a conocer una famosa cancha de golf en la provincia de Córdoba.
Norma quiso disuadirme, sin éxito. En mi favorita American Airlines y después
LAN Chile llegué a la histórica provincia, Cuna de grandes golfistas.
Al día siguiente alquilé un auto y me dirigí a la ciudad de La Cumbre a donde tenía unos terrenos
y donde había una renombrada cancha de golf. La cancha me decepcionó porque por
falta de riego estaba amarilla y reseca. No jugué, volví disfrutando de los sinuosos
caminos entre las sierras. Encontré los terrenos que muy poco valían y muy poco
habían progresado. Los dejé en venta en una inmobiliaria. Seguí para buscar
otros terrenos que había comprado mamá y que nunca habíamos visitado. Aunque
había llevado los planos no fue fácil encontrarlos. Era una zona muy despoblada
y finalmente, en una modesta inmobiliaria me orientaron, al mismo tiempo que me
adelantaron que esas tierras valían poco y nada. Ya preparado y desanimado las
recorrí. Ni caminos había. Ninguna obra de mejoras se había hecho en casi
treinta años. Evidentemente la habían estafado a mamá y lo peor era que el
vendedor había sido un amigo de mi hermano en quién mamá había confiado. Fué un
gran disgusto no por lo que hubiera esperado de su valor sino por el enojo que
me dió esa canallada de la que mamá ya muerta nunca supo. Volví hacia Córdoba
mascullando mi bronca contra quien se había aprovechado de la ingenuidad de
mamá.
Al otro día pensaba ir a conocer y jugar en la cancha de Potrerillo de
Funes, una de las más hermosas de la Argentina. Hacía
tiempo que tenía esa ilusión.
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