LOS AMIGOS
El jueves 22 de octubre del 2009 tuvimos un almuerzo en la “Alborada” para celebrar
mi ochenta y tres cumpleaños. Vino María de Chicago y Andrea y Lucas de Buenos
Aires.
Estuvieron casi todos los amigos del golf, Dieter Oldekop y Florencia,
Sylvain Rubinstein y Lidia, Elba Cuenca, Mirella Picciotto, sin Alberto que
está en San Pablo y Greta y Daniel Cohen, mi administradora y muy amiga Mabel
Santos y mi ex colaborador y amigo Charlie Kramer. No pudo venir Laila Badran.
Éramos unos veinte, hubo mucha charla, risas, muy buena comida con la ayuda de
nuestra eficiente Silvia, corrió el champagne y también tuve muchos regalos. Me
pregunté, como siempre, sí es un año más que he vivido o un año menos que me
queda por vivir.
Greta y Daniel Cohen, los dueños de las famosas tiendas “Lolita”son amigos
nuevos de estos últimos años en Punta, pero los sentimos como amigos de
siempre. Un día no dijeron “que nosotros éramos hojas nuevas en su árbol de la
amistad”. Lo agradecimos emocionados. Los queremos mucho.
Un verso anónimo dice:
“Contemos en nuestro jardín las flores
y no las
hojas que se marchitan
Contemos en
las noches las estrellas
y no las
sombras
Contemos en
la vida las sonrisas
y no las
penas
Y cada año
que cumplamos
Contemos la edad en amigos y no en años”.
Pensé que el hito de los ochenta y tres años, compartido con tantos amigos
entrañables podía ser una buena ocasión para detener el escrito de estas
memorias sencillas con las que quise contar algunas cosas de esta linda vida
que he vivido que tal vez no fue una vida importante, pero creo que ha sido
interesante. Pero cambié de idea, me quedan algunas cosas por contar.
El tiempo nos va cambiando los nombres. De chico era Bebe, después fui
Buncho Marito, Mario, señor Seoane, señor Mario y ahora soy don Mario, no sé si
por respeto o por vejez. María es una
profesional exitosa. María Andrea hizo las hazaña de criar sóla a tres varones
en el difícil Buenos Aires.
Ahora los nietos ya construyen su
vida: el mayor, Santiago es funcionario del congreso de la naciòn y técnico en
computaciòn, Tommy está y por graduarse en Chicago de Economista, Sebastián estudia
ciencias de la comunicaciòn , cine y fotografía y Lucas, aspira a ser un gran
Chef .A todos les tengo fé y confío en que tengan éxito pero, sobre todo, que
sean felices.
Aunque no me gusta pensarlo se que entré en la época que se llama vejez.
Una palabra deprimente y odiosa. Pero si le buscamos el lado bueno, es una
etapa propicia para la reflexión y la meditación. Lamento que sean ya muy pocos
los familiares o amigos con los que pueda recordar la vida y el mundo que hemos
vivido. A veces se da la ocasión y transcurren mañanas o tardes amables en que
conversamos y evocamos recuerdos y noticias de nosotros y de los nuestros.
Vienen las risas o se escapa alguna lágrima, porque la felicidad y la tristeza
no necesariamente se excluyen.
García Márquez dice que “los hombres no dejan de enamorarse cuando envejecen, sino que envejecen
cuando dejan de enamorarse”. Por eso yo viví enamorado de mi Norma aunque ella,
alguna vez, lo haya dudado.
Miro hacia atrás y me miro hacia adentro. Celebro mis aciertos y reconozco
mis errores que fueron muchos pero que, por suerte, solo me perjudicaron a mi. Alguna
vez leí que había que vivir siguiendo las S de sinceridad, sabiduría,
serenidad, sexo, sueños y sonrisas. Hice lo posible y no me fue mal. Otros dicen
que hay que vivir con las actitudes A, de Ánimo, amor, aprecio, amistad, y
acercamiento y huir de las D, de Depresión, desánimo, desesperación y
desolación. Nunca conocí ni sufrí las D.
Siempre me irritaron los “sabelotodo”. Los que siempre hablan como dando
clase y tratando de resaltar su superioridad en cualquier tema y hasta
levantando el dedito para darle más énfasis a su pretendida sabiduría. Y me
irritan también los que interrumpen y no saben escuchar. Un sabio proverbio
chino dice:“Si vas a hablar, que sea mejor
que el silencio” y nada menos que Shakespeare sentenció: “Es mejor ser el rey de tu silencio que esclavo de
tus palabras”.
Son tantos los que me acompañaron en las distintas etapas a lo largo de mi
vida que ya no están, que me parece que las cosas que me pasaron a mi, le
pasaron a otro que no fui yo. Otro que vivió con todos esos que se fueron, en
otro tiempo lejano y ajeno. Pero necesito contarlo, volver atrás, a las
alegrías y las tristezas, saborearlas hasta en sus amarguras, llorar lo que ya
lloré y reírme de lo que ya me reí. Busco con ansias a los poco sobrevivientes,
los que vivieron en ese tiempo y que fueron testigos de esos años y les hablo y
les pregunto y les escucho, como una forma de convencerme que ese tiempo pasado
existió.
Aprendí en carne propia que la gratitud no es una virtud frecuente. Un día
hice la lista corta de los que fueron desagradecidos y perversos conmigo y la
lista larga de los muchos que quise y me quisieron. Aquellos, aunque estén
vivos, para mi están muertos.
Yo se que hacerse viejo no significa hacerse sabio. Si sos idiota cuando
joven, cuando seas viejo solo serás un viejo idiota. Pero la experiencia de la
vida enseña, si somos capaces de aprender de los errores.
Trato de hilvanar en letras, con cierta coherencia, tantos recuerdos
acumulados que se agolpan en mi mente, reclamando que no los olvide, porque
todos se creen importantes; algunos, vanidosos, con más derecho que otros a
revivir y llegar a los ojos de quienes, algún día, lean estas memorias.
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