Mi refugio

Mi refugio
Alborada

miércoles, 25 de septiembre de 2013

ARGENTINA HOY


Norma está obsesionada con los problemas de la Argentina. No puede evitarlo; allí viven María Andrea y nuestros tres queridos nietos porteños. Cómo no preocuparnos!.


Reflexión Final

Argentina es hoy el fracaso más dramático del continente. En Harvard estudian sus crísis con mucho interés. Analizan los desatinos de los gobernantes argentinos, pisoteando los mejores valores de la sociedad, falsos populistas, mediocres, mentirosos, caraduras y corruptos. Mientras Chile, Brasil, Perú y Uruguay abren sus puertas hacia el futuro, el matrimonio gobernante en Argentina, nos detiene, no frena y nos frustra.


Nadie mejor que el escritor Marcos Aguinis para definr a la Argentina cuando dice: “Fuimos ricos, cultos,educados y decentes. En unas pocas décadas nos convertimos en pobres, mal educados y corruptos.”


Agradecimiento

A mi amigo Walter Alvarez por su invalorable y sabia colaboración en la edición de estas memorias.

En Punta del Este, mi paraiso encontrado, agosto 2010
Gracias.

Es un hermoso dia de sol !!!

CALYPSO


Cuando decidimos con Norma que, definitivamente, Punta del Este iba a ser el domicilio y lugar de retiro para nuestros últimos años, pensamos también que nuestro chalet “Alborada” no tenía el confort suficiente para los días fríos y húmedos del invierno, sumado a que el barrio de San Rafael podía ser un poco inseguro dado su soledad en esos meses.
Pensando en el tema y recorriendo la península con Norma y María descubrimos un lugar ideal. Era un edificio que recién se comenzaba a construir al final de la Playa Brava, frente mismo a la pequeña Playa de los Ingleses. Tres buenos dormitorios, un escritorio, piscina cubierta y loza radiante zonificada era lo que necesitábamos para afrontar los futuros crudos inviernos. Lo compramos a medias con María y fue la mejor inversión de los últimos años, porque fue una inversión para la vida.
















                                                        Frente al Calypso

Disfrutamos del Calypso. Frente a nuestras ventanas, las olas vienen y van en su recorrido eterno y miramos el paso lejano de los pequeños pesqueros o los grandes barcos pasando detrás de la isla de Lobos. El personal del edificio es excelente. Atentos, amables y siempre bien dispuestos. Lo administra la tradicional empresa de don Luis Sader, uno de los pioneros de Punta del Este. Siempre nos vamos por dos o tres meses al verano, a la casa de María y Bill, en Chicago, acortando el invierno de Uruguay. Y cuando en el verano vivimos en la Alborada, alquilamos Calypso y eso paga las expensas e impuestos del año.
Cuando regresamos de USA, hacemos una etapa en casa de Andrea y los nietos en Buenos Aires, y volvemos a Punta ansiosos por descubrir las primeras señales de la primavera y los primeros pimpollos de rosas en la serenidad inmutable del jardín.
Me enamoré de las rosas. Tenemos cuarenta y seis rosales. Nuestro asesor es Octavio Sciandro, viverista y jurado internacional de rosas. Siempre me gustaron, pero ahora las admiro y las amo. Por delicadas, por variadas, por perfumadas y por silenciosas. Dan todo y no piden nada, más que riego y algún nutriente. Sólo esperan que al cortarlas lo hagamos por el tallo que abajo tenga cinco hojas para que puedan volver a florecer. Las rosas se acercan a la perfección. Existen desde hace millones de años. Hallazgos arqueológicos demostraron que las primeras rosas datan de épocas prehistóricas. Simbolizan la copa de la vida, el alma, el corazón y el amor.
En la “Divina Comedia” Dante, representaba el paraíso con una gran rosa en cuyo centro estaba su amada Beatriz. Y a la madre Teresa se la representa con una rosa.

Norma cumplía ochenta años. Había que celebrarlo. Pensamos hacer una reunión de amigos y familia en la casa de María en José Ignacio, pero la casa aun no estaba preparada para una reunión amplia. Fue la muy querida Susana Liberman que con su habitual generosidad ofreció un magnifico almuerzo en su hermosa residencia. Vinieron de Chicago, María y Tommy, de Buenos Aires, Andrea, Sebastian, Lucas y amigos, familia de Norma de Montevideo así como todos los amigos que para el 15 de abril aun estaban en Punta del Este. Después de palabras lindas de María yo tome el micrófono con mucha emoción para hablarles a todos de lo que significaba Norma en mi vida, cincuenta y ocho años juntos. Termine diciendo “Norma es lo mejor que me paso en mi vida “.
En junio 2010 hicimos, probablemente nuestro último viaje a Chicago Tommy se graduaba de Economista en el Weinberg College of Arts. and Sciences de la Northwestern University de Chicago y queríamos estar presentes. Fue una larga ceremonia en la desfilaron felices miles de estudiantes mostrando en sus rostros la extraordinaria diversidad de razas y culturas que hoy pueblan los Estados Unidos. Estábamos orgullosos y radiantes por otro nuevo logro de Tommy. Ahora trabajara en una de las más grandes agencias de publicidad de Chicago por dos o tres años y luego hará su Master en Economía y en Leyes.

                       Tommy, la graduación.

LOS AMIGOS

El jueves 22 de octubre del 2009 tuvimos un almuerzo en la “Alborada” para celebrar mi ochenta y tres cumpleaños. Vino María de Chicago y Andrea y Lucas de Buenos Aires.
Estuvieron casi todos los amigos del golf, Dieter Oldekop y Florencia, Sylvain Rubinstein y Lidia, Elba Cuenca, Mirella Picciotto, sin Alberto que está en San Pablo y Greta y Daniel Cohen, mi administradora y muy amiga Mabel Santos y mi ex colaborador y amigo Charlie Kramer. No pudo venir Laila Badran. Éramos unos veinte, hubo mucha charla, risas, muy buena comida con la ayuda de nuestra eficiente Silvia, corrió el champagne y también tuve muchos regalos. Me pregunté, como siempre, sí es un año más que he vivido o un año menos que me queda por vivir.
Greta y Daniel Cohen, los dueños de las famosas tiendas “Lolita”son amigos nuevos de estos últimos años en Punta, pero los sentimos como amigos de siempre. Un día no dijeron “que nosotros éramos hojas nuevas en su árbol de la amistad”. Lo agradecimos emocionados. Los queremos mucho.


Un verso anónimo dice:
Contemos en nuestro jardín las flores
y no las hojas que se marchitan
Contemos en las noches las estrellas
y no las sombras
Contemos en la vida las sonrisas
y no las penas
Y cada año que cumplamos
 Contemos la edad en amigos y no en años”.

Pensé que el hito de los ochenta y tres años, compartido con tantos amigos entrañables podía ser una buena ocasión para detener el escrito de estas memorias sencillas con las que quise contar algunas cosas de esta linda vida que he vivido que tal vez no fue una vida importante, pero creo que ha sido interesante. Pero cambié de idea, me quedan algunas cosas por contar.
El tiempo nos va cambiando los nombres. De chico era Bebe, después fui Buncho Marito, Mario, señor Seoane, señor Mario y ahora soy don Mario, no sé si por respeto o por vejez. María es una profesional exitosa. María Andrea hizo las hazaña de criar sóla a tres varones en el difícil Buenos Aires.
Ahora los nietos ya construyen su vida: el mayor, Santiago es funcionario del congreso de la naciòn y técnico en computaciòn, Tommy está y por graduarse en Chicago de Economista, Sebastián estudia ciencias de la comunicaciòn , cine y fotografía y Lucas, aspira a ser un gran Chef .A todos les tengo fé y confío en que tengan éxito pero, sobre todo, que sean felices.
Aunque no me gusta pensarlo se que entré en la época que se llama vejez. Una palabra deprimente y odiosa. Pero si le buscamos el lado bueno, es una etapa propicia para la reflexión y la meditación. Lamento que sean ya muy pocos los familiares o amigos con los que pueda recordar la vida y el mundo que hemos vivido. A veces se da la ocasión y transcurren mañanas o tardes amables en que conversamos y evocamos recuerdos y noticias de nosotros y de los nuestros. Vienen las risas o se escapa alguna lágrima, porque la felicidad y la tristeza no necesariamente se excluyen.
García Márquez dice que “los hombres no dejan de enamorarse cuando envejecen, sino que envejecen cuando dejan de enamorarse”. Por eso yo viví enamorado de mi Norma aunque ella, alguna vez, lo haya dudado.
Miro hacia atrás y me miro hacia adentro. Celebro mis aciertos y reconozco mis errores que fueron muchos pero que, por suerte, solo me perjudicaron a mi. Alguna vez leí que había que vivir siguiendo las S de sinceridad, sabiduría, serenidad, sexo, sueños y sonrisas. Hice lo posible y no me fue mal. Otros dicen que hay que vivir con las actitudes A, de Ánimo, amor, aprecio, amistad, y acercamiento y huir de las D, de Depresión, desánimo, desesperación y desolación. Nunca conocí ni sufrí las D.
Siempre me irritaron los “sabelotodo”. Los que siempre hablan como dando clase y tratando de resaltar su superioridad en cualquier tema y hasta levantando el dedito para darle más énfasis a su pretendida sabiduría. Y me irritan también los que interrumpen y no saben escuchar. Un sabio proverbio chino dice:“Si vas a hablar, que sea mejor que el silencio” y nada menos que Shakespeare sentenció: “Es mejor ser el rey de tu silencio que esclavo de tus palabras”.
Son tantos los que me acompañaron en las distintas etapas a lo largo de mi vida que ya no están, que me parece que las cosas que me pasaron a mi, le pasaron a otro que no fui yo. Otro que vivió con todos esos que se fueron, en otro tiempo lejano y ajeno. Pero necesito contarlo, volver atrás, a las alegrías y las tristezas, saborearlas hasta en sus amarguras, llorar lo que ya lloré y reírme de lo que ya me reí. Busco con ansias a los poco sobrevivientes, los que vivieron en ese tiempo y que fueron testigos de esos años y les hablo y les pregunto y les escucho, como una forma de convencerme que ese tiempo pasado existió.
Aprendí en carne propia que la gratitud no es una virtud frecuente. Un día hice la lista corta de los que fueron desagradecidos y perversos conmigo y la lista larga de los muchos que quise y me quisieron. Aquellos, aunque estén vivos, para mi están muertos.
Yo se que hacerse viejo no significa hacerse sabio. Si sos idiota cuando joven, cuando seas viejo solo serás un viejo idiota. Pero la experiencia de la vida enseña, si somos capaces de aprender de los errores.

Trato de hilvanar en letras, con cierta coherencia, tantos recuerdos acumulados que se agolpan en mi mente, reclamando que no los olvide, porque todos se creen importantes; algunos, vanidosos, con más derecho que otros a revivir y llegar a los ojos de quienes, algún día, lean estas memorias.

CLINICA FLENI


En Fleni teníamos un pequeño departamento para mí y Norma que siempre estuvo a mi lado con su invariable apoyo.
Hubo muchos exámenes, estudios y evaluaciones hasta que determinaron un plan de trabajos de rehabilitación en el gimnasio con los fisioterapeutas. Cada mañana, con el desayuno, recibía el plan del día que se cumplía rigurosamente. Iba y venía en silla de ruedas, que Norma empujaba ágilmente si los transportadores se demoraban. Tuve que aprender a caminar como si fuera un bebé. Me colocaban una faja colorada, que significaba peligro de caída, y el terapeuta me sostenía de la faja para que yo diera mis primeros pasos, otra vez, a los setenta y nueve años. Progresaba día a día y lo celebrábamos con Norma como una gran conquista. Después empecé a subir y bajar algunos escalones y a trabajar caminando en las paralelas. Cuando tenía que hacerlo con los ojos cerrados se complicaba porque la vista es el principal elemento que forma el equilibrio. Me hicieron rehabilitación con la ayuda de diferentes aparatos en que los tenía que tratar de mantener el equilibrio monitoreado en la pantalla. Después vino el trabajo duro en la bicicleta fija y finalmente para mi gran alegría me sacaron a caminar al patio y al jardín. Cada pequeño progreso lo festejábamos con alborozo, trabajaba con fe y con esperanzas, alimentadas cada día por la recuperación que notábamos.
Tome conciencia de mi propio cuerpo, lo que los médicos llaman Eutonia. Me propuse firmemente luchar para recuperarme y encontré energía para lograrlo. No debía dejarme agobiar por el stroke que me había golpeado. No iba a dejar que adelantara mi vejez y no bajé los brazos. Yo sabía que la vejez no es cuestión de años sino un estado de ánimo. Por eso aquí estoy, tratando de terminar estas memorias, dejando correr mis dedos en el teclado de mi compañera computadora un día 6 de septiembre del 2010, a pocos días de cumplirse cinco años de aquel ataque a mi vida.
Pero volvamos a Escobar, a la Clínica Fleni y a mi trabajo de rehabilitación acompañado de la incansable Normita.
Almorzábamos en el restaurante de la clínica un menú recomendado con poca sal. Era duro estar rodeados por otros pacientes igual o mucho peor que yo. Había casos patéticos. Jovencitos parapléjicos, alimentados en la boca un día por su mamá, otro día por su papá. Hubo un caso que nos impactó terriblemente. Una mujer joven, por una infección tuvo que ser amputada de sus manos y de sus pies; sólo tenía muñones. La veíamos en el gimnasio haciendo sus ejercicios, siempre sonriente y alegre. Le hacían una terapia especial de recuperación para aprender a usar sus muñones. Un día la vi tratando de manipular una aguja de coser. Un domingo fuimos a misa en la capilla de la clínica y ella comenzó a cantar con una hermosa voz angelical. Ella sonreía y nosotros llorábamos de emoción. Qué espíritu ¡ Qué maravilla! No supimos más de ella. Que Dios la bendiga.
 Aunque la clínica era hermosa, la atención médica muy buena y el servicio excelente se nos hacía difícil convivir con tanta tristeza.
Le pedí al neurólogo Dr.Buonamico si podía darme de alta de la clínica porque físicamente me sentía mejor. Me aconsejó quedarme una semana más pero insistí y nos fuimos. Agradecidos por la recuperación que había logrado en esa institución pero ansiosos de salir de un escenario que nos encogía el corazón.
Viajamos en LAN a Buenos Aires. A mi lado, pasillo por medio se sentó el gato Romero, uno de los más grandes golfistas profesionales de la Argentina. Fue tan gentil que tuvo la amabilidad de darme su tarjeta y me pidió que lo llamara para invitarme a jugar. Lamentablemente la extravié.
En sillas de ruedas fui hasta el remise que nos llevó a la casa de Andrea en Belgrano. Me esperaban con otra silla para discapacitados que Andrea había alquilado pero la rechacé y empecé a movilizarme sólo, despacio, buscando apoyo en muebles y paredes.
La clínica Fleni me enviaba todos los días a un fisioterapeuta para realizar los ejercicios indicados. Una tarde, María José, una querida amiga, compañera de colegio de María, me ofreció llevarme a su club a probar de tirar unas pelotas de golf. Para mi sorpresa y alegría pegué mejor de lo esperado y no me caí, como temía.
A los pocos días decidimos irnos a Punta del Este, porque estaba seguro de que en mi querida Alborada, entre los pinos y el jardín me iba a sentir mejor. Y así fue. Todos los días venía un profesional a dirigir mis ejercicios hasta que un día me animé pedirle a mi amigo y apreciado vecino Dieter Oldekop si me acompañaba a Cantegril, mi añorado club, donde había ganado tantos torneos y donde hasta había hecho mi inolvidable hoyo en uno. Salimos en carro, lógicamente, pero en el hoyo tres, al subir la pequeña barranca que lleva al green me caí en el césped. Y no fue la última vez; otro día, también acompañado por Dieter, en el green de práctica, perdí el equilibrio y me derrumbé sobre un gran macizo de margaritas, que Miguel, el jardinero del club, cuidaba con amor. Dieter me levantó, pero el perfil de mi cuerpo quedó dibujado entre las flores aplastadas.

Volví al golf, casi regularmente. El club me adjudicó un nuevo handicap de 28 y me despedí con nostalgia de los 19 que tenía anteriormente. Gané dos torneos en la nueva categoría, pero había vuelto a ser un principiante.

EL ACCIDENTE CARDIO VASCULAR

Había concertado una cita en un bar del centro con un matrimonio dueños de una inmobiliaria, precisamente para hablar de esa tierra de mamá. Conversamos un rato y cuando quise levantarme la pierna izquierda no me respondió; apoyé el brazo izquierdo y tampoco, pensé que algo me estaba pasando. Pedí que me llevaran a un hospital de emergencia y las personas que estaban conmigo llamaron un taxi y me ayudaron a subir pero no me acompañaron. En ningún momento perdí el conocimiento, sino que, por suerte conservé mi lucidez. Estaba sólo, desoladamente sólo! No recuerdo que me hicieron en el hospital. Si recuerdo que dos chicas, estudiantes de medicina, estuvieron siempre a mi lado tratando de darme ánimos. Ojala supiera como agradecerles!
Pasaron varias horas hasta que un médico se acercó decirme que yo necesitaba internarme. Le pedí que me consiguiera donde y al rato volvió diciéndome que en la Clínica Allende, no había lugar pero que me había conseguido en la Clínica Cayasa. Me llevaron en ambulancia a esa clínica y en el camino sonó ml celular que en el bolsillo. Era mi amigo Gabriel Oliva que quería postergar un viaje que habíamos programado a su estancia para el próximo fin de semana. Le dije que Dios ya me lo había postergado y que por favor avisara a mi hija Andrea en Buenos Aires. Era el 19 de septiembre del 2005
Andrea estaba en Buenos Aires pero Norma estaba en Miami y María en París. No sé como hicieron pero al otro día a la tarde mis tres amores estaban conmigo y yo lloraba de felicidad a pesar de mi angustia

Estuve en esa clínica una semana en terapia intensiva pero no me acuerdo nada de esos días. Solamente el momento en que el amable director me vino a ver para decirme que yo había salido de peligro pero que necesitaba una internación en una clínica especializada en rehabilitación y que me recomendaba Fleni, a su juicio la mejor de Sudamérica y que ya había hecho mi reserva.

VIAJE A CORDOBA


Un poco aburrido de Miami, decidí volver a Argentina unos días antes que Norma e ir a conocer una famosa cancha de golf en la provincia de Córdoba. Norma quiso disuadirme, sin éxito. En mi favorita American Airlines y después LAN Chile llegué a la histórica provincia, Cuna de grandes golfistas.
Al día siguiente alquilé un auto y me dirigí a la ciudad de La Cumbre a donde tenía unos terrenos y donde había una renombrada cancha de golf. La cancha me decepcionó porque por falta de riego estaba amarilla y reseca. No jugué, volví disfrutando de los sinuosos caminos entre las sierras. Encontré los terrenos que muy poco valían y muy poco habían progresado. Los dejé en venta en una inmobiliaria. Seguí para buscar otros terrenos que había comprado mamá y que nunca habíamos visitado. Aunque había llevado los planos no fue fácil encontrarlos. Era una zona muy despoblada y finalmente, en una modesta inmobiliaria me orientaron, al mismo tiempo que me adelantaron que esas tierras valían poco y nada. Ya preparado y desanimado las recorrí. Ni caminos había. Ninguna obra de mejoras se había hecho en casi treinta años. Evidentemente la habían estafado a mamá y lo peor era que el vendedor había sido un amigo de mi hermano en quién mamá había confiado. Fué un gran disgusto no por lo que hubiera esperado de su valor sino por el enojo que me dió esa canallada de la que mamá ya muerta nunca supo. Volví hacia Córdoba mascullando mi bronca contra quien se había aprovechado de la ingenuidad de mamá.

Al otro día pensaba ir a conocer y jugar en la cancha de Potrerillo de Funes, una de las más hermosas de la Argentina. Hacía tiempo que tenía esa ilusión.

MENDOZA


Con los amigos Gabriel Oliva y Lucia hicimos un agradable viaje a Mendoza y visitamos algunas de de sus bodegas más importantes. Nos alojamos en el nuevo hotel Hyatt y contratamos una combi con chofer que también fue un buen guía.
Mendoza nos impresiono con su limpieza, su verdor y su aire tan puro. Con Norma habíamos visitados las bodegas de Napa Valley en California, pero algunos establecimientos de Mendoza nada tienen que envidiar a los de California. La provincia de Mendoza concentra el 70 % de la producción de vino en 141.000 hectáreas de viñedos. Hicimos enoturismo en nuestras visitas a fincas y bodegas, enterándonos del proceso de elaboración de los caldos.
En todas las bodegas invitan a probar el sabor y otras virtudes del vino. Ofrecen el vino promedio en calidad, ni el más económico ni el más añejo, selecto y caro, pero si estos se quieren probar pueden comprarse. En California nos había disgustado que cuando quisimos comprar algún cajón para que lo enviaran a Miami, se negaron porque el lobby de los representantes regionales no los deja. En Mendoza si se puede comprar y enviar a domicilio.
Yo había tenido una experiencia de degustación conducida por mi querido amigo y ex socio Miguel Brascó hacia años, en Buenos Aires. Aplique mis recuerdos a esos días amables en Mendoza, compartiéndolos con la sabiduría de Gabriel que había hecho cursos sobre el tema. Brascó nos decía que lo importante es hacer el ejercicio de la degustación poniendo atención, memoria e imaginación.


                         Muchas degustaciones

La bodega de la familia Zuccardi tiene un interesante museo donde de aprecian elementos primitivos de la elaboración.
                                                          



                           De pura cepa
           

 


Con Gabriel y Lucía en Mendoza, tierra del vino y del sol.







NUEVA YORK Y LAS TORRES GEMELAS


En New York estuve muchas veces, por trabajo, pero la última vez fue con Norma y con María que estaba buscando muebles para su casa de Aspen. Fuimos a un hotel cinco estrellas donde a la noche un señor elegante de frac nos trajo mentas y chocolates. Probablemente la propina no le pareciò suficiente porque a la noche siguiente no apareció. Nueva York apabulla con su desmesura y con su asombrosa vitalidad. Es un conglomerado con un empuje colosal.


 Nunca habíamos subido a las elegantes Torres Gemelas, un símbolo de New York. y tuvimos unas vistas espléndids desde su altura. Poco después se produjo el más grande atentado terrorista de la historia. Las torres gemelas desaparecieron junto a miles de personas inocentes. Mirando la televisiòn Norma y yo llorábamos.El mundo ya no fue el mismo. Para mi, ese día dió comenzó la Tercera Guerra Mundial: El mundo civilizado contra el terrorirmo global.

El enemigo de estos tiempos es el fanatismo que coloca a Dios por encima de la vida, que pretenden que Dios es su espada y su escudo y que combaten por él. Cuando algún día Shalom y Salam marchen juntos, habrá paz.






Las casas colgantes, Cuenca                          


         Pedraza, en Segovia.

Las casas colgantes de Cuenca o la noche sorprendente, Noche de las Velas en el pueblo de Pedraza, Segovia, con Esther y familia son recuerdos inolvidables.
Visitamos Key West, en la Florida, con Gladys y Mario Amestoy, además de Key Largo y otros pueblos pescadores, en esa zona tan singular que incluye un puente de siete kilómetros, el más largo de los Estados Unidos.

 
                       Zambullida en Key West

Nuestra querida amiga Chris Collins que trabajaba en Key Largo en un centro especializado en terapia con delfines, en una de nuestras visitas nos invitó y Norma pudo jugar con esos simpáticos animalitos, tan inteligentes.










                                              
                                               Norma jugó con el delfín

 




miércoles, 18 de septiembre de 2013

OTROS VIAJES


Hubo otros viajes y paseos que compartimos felices con Norma y seres queridos. Con Norma y Tommy visitamos a nuestros amigos Oldekop en Bruselas. Nos brindaron su hogar y su habitual cariño y además de mostrarnos detenidamente su ciudad nos llevaron a la encantadora Brujas que siempre habíamos deseado conocer. Norma se admiraba los encajes y puntillas bordados por manos increíblemente hábiles que exhibían sus vidrieras. Nos parábamos ante monumentos góticos y cruzábamos románticos puentes antiguos con sus barandas floridas. Nos agasajamos con los finísimos chocolates belgas y probamos varias de sus famosas cervezas con la sabia orientación alemana de Dieter. Bruselas es una ciudad seductora donde por sus ventanales de casitas bajas, se asoman damas ancianas, ataviadas con la típica ropa flamenca de terciopelo negro o bordó. En Bruselas el agua está omnipresente y las plazas arboladas ofrecen un descanso agradable, mientras se aspira el aroma del café o de la manteca derretida en la que se doran las crepes.


                         Tommy, Florencia, Dieter y Norma en Bruselas.

EL ÚLTIMO VIAJE A PARIS

Nuestro último viaje a París fue en 1996. Vivimos en casa de Francoise de Tailly en el barrio de Neully-sur-Seine. Una avenida bordeada de añosos castaños, los que dan esos frutos tan bonitos y lustrosos, pero que no se comen: los llaman castaños bravo. A dos cuadras estaba la vieja casona donde pasó sus últimos años el pintor Toulouse-Lautrec. Fué un viaje muy gastronómico, donde además de comer muy bien a la noche en lo de Francoise con su cocinero argelino, los mediodías descubríamos restaurantes y nos dábamos muchos gustos. Reiteradamente visitábamos la antigua maison Hediard, fundada en 1984, para comprar sus insuperables “marrons glacés”o la sublime competencia de “Fauchon” con sus treinta y seis mostazas diferentes; mi preferida era “a la ciboulette!”. Me compré una linda camisa; una forma de tener a París cerca de mi corazón.
Fuimos a pasar días al pequeño castillo de catorce habitaciones de la familia de Francoise, en Crillon-Le- Brave y también a la cercana ciudad de Avignon, al Palacio del Papa y bailé alegremente en el famoso puente de la canción, a pesar que llovía.
Bajando hacia Suiza, hicimos una etapa en la ciudad de Annecy en la alta Saboya, porque nos avisaron que se celebraba la feria rural anual.



Hicimos montañismo con Norma en Saint Moritz, Suiza. Subimos en el trencito de cremallera, nos entusiasmamos sacando fotos de las infinitas variedades de flores silvestres y después no encontramos el sendero marcado para la bajada y tardamos tres horas en lograr descender, ya con las piernas acalambradas y con la noche que se acercaba. Al otro día necesitamos masajes para que las piernas retomaran su agilidad.


En las montañas de Saint Moritz.



COLORADO, USA




La casa de Bill en Snowmass, en verano



Bill, el marido de María, tenía una casa en Snowmass, muy vecino a Aspen, la capital del esquí en USA y preferida del jet Set internacional. Todos los años, cuando íbamos a visitar a María a Chicago, también íbamos a Colorado por unos días. Siempre lo hacíamos en los primeros días de julio, coincidiendo con la fiesta nacional del cuatro de julio


 
                La casa de Bill en Snowmass, en invierno.


 





Hicking con Bill                                             


                          Rafting en afluente del rio Colorado


Colorado tiene todas las oportunidades para los deportes de montaña, en cualquier época del año. Tanto Bill como María eran muy deportistas y Tommy a medida que crecía estaba con ellos. Cuando nosotros íbamos, los acompañábamos de acuerdo a nuestras posibilidades físicas.

La casa de Snowmass era cómoda y hermosa, pero María tenía la ilusión de construir una casa en Aspen, con sus ideas de diseño y Bill quería darle el gusto. Buscaron tierra hasta encontrar una fracción de nueve acres en una zona de bosques llamada Eagle Pines.








                                          Los nietos en Colorado




Construyeron una casa muy original, de hierro, madera y piedra, en medio del bosque con grandes ventanales dueños del paisaje circundante Después, María volcó su arte a los amplios jardines que ahora ya maduros son deleite y admiración de la familia y los visitantes. Nosotros cuando estábamos en Chicago siempre acompañábamos a Bill y María cuando iban a Aspen. La mayoría de las veces nos trasladábamos en un avión privado con cuya compañía Bill tenía un contrato por una cantidad de horas de uso anuales. Era muy cómodo y mucho más rápido que el viaje en vuelo comercial, porque no había conexión directa Chicago- Aspen.



La casa de Bill y María en Aspen

Lo pasábamos muy bien. Generalmente estábamos en Aspen para la fecha patria del 4 de julio. Había un simpático desfile y el día cinco Bill y María ofrecían un cocktail, cada año más concurrido que ya se había hecho tradicional en Aspen.
Juntamente con Vail, Aspen es el más famoso centro de esquí en las montañas rocallosas de Colorado.Tiene paisajes espectaculares, excelentes pistas y fantásticas condiciones de la nieve.
El primer día que llegábamos siempre sentíamos un poco de mareo por la diferencia de presión a causa de la altitud. Era cuestión de tomar abundante agua, antes y durante el viaje y una vez llegados no hacer esfuerzos, no subir escaleras, hacer reposo y seguir tomando mucha agua. Al segundo día yo estaba siempre listo para esquiar. Haciendo fila para servirse, en alguno de los restaurantes de la montaña podías encontrarte, con Martina Navratilova o Michael Douglas y su mujer Cathaline Zeta Jones, todos vecinos de Aspen.
Varias veces asistimos a conferencias o conciertos al prestigioso Aspen Institute. Presenciamos importantes debates de figuras políticas y de críticos de arte. Otro paseo ineludible que hacíamos con Norma y María era la colorida y pintoresca feria de los sábados donde los vecinos rivalizaban con sus mascotas en una exhibición asombrosa de razas y tamaños
Jugábamos golf en el Snow Mass Club o en el club de Bill, a menos de una hora de Aspen que se llamaba Roaring Fork. Era en el valle del rio Fork, con el marco espectacular de las montañas con sus faldas de diversos colores. Era una cancha difícil, diseñada por Jack Nicklaus, con mucha agua y con el desafío que siempre supone la influencia engañosa de las montañas en las caídas del “green”.







                                              El hoyo 18 en Roaring Fork.