Mi refugio

Mi refugio
Alborada

miércoles, 21 de agosto de 2013


SICILIA


 

Uno de nuestros viajes más agradables e inolvidables fue Sicilia, la hermosa isla italiana. Fuimos invitados por la directora de turismo que tuvo la gentileza de poner a nuestra disposición automóvil y chofer que fue también un simpático guía.

Comenzamos por la agitada y ruidosa ciudad de Palermo, capital de Sicilia, con mucho movimiento y desordenado tránsito pero tuvimos el placer de ver el multitudinario encuentro de las golondrinas antes de iniciar su largo vuelo anual. Eran tantas que ensombrecían el claro cielo de Palermo.

Desde que salimos de Palermo empezamos a descubrir las incomparables bellezas y la gran riqueza cultural de la isla. Sicilia es Italia pura. No es la perfección artística del paisaje de la Toscana ni la sofisticada Costa Amalfitana, es Sicilia y hay que amarla así. Creo que aprovechamos muy bien los doce días que recorrimos la isla..

Sicilia es un verdadero museo al aire libre con decenas de ruinas y diferentes vestigios de las varias culturas que la habitaron. Visitamos Monreale, con su sublime catedral y sus imponentes mosaicos. Nos demoramos en la glamorosa Taormina, mi preferida, haciendo noche en el San Doménico Palace que era un convento franciscano y ahora es un gran hotel, sin haber perdido su atmósfera ascética y religiosa. Vale la pena visitarlo y degustar un Bellini en la terraza que enfrenta al volcán Etna y desde donde también se aprecia una increíble vista del mar. Nos asomamos a las arenas bien amarillas y las aguas turquesas de Issola Bella. Fuimos a los claustros de San Doménico donde hay una Madonna de mosaicos que corta el aliento y nos sentamos a saborear un delicioso helado en un banco de la Piazza Vittorio Emanuele donde escuchábamos conversaciones en el dialecto local del que no entendía casi nada, a pesar de que hablo italiano.
 Claustros de San Doménico, en Taormina.
 
En un auto car todo terreno, subimos al Monte Etna hasta la cota 2.500, donde un guía nos dio explicaciones sobre el volcán cuya última erupción fue en el 2001.Sufrimos el efecto espejismo del calor en el aire porque algunas de las coladas del volcán aún están a 80 grados centígrados de temperatura.

En Siracusa teníamos previsto visitar su famoso Instituto del papiro, pero llegamos en un día feriado y estaba cerrado. Pero no nos dimos por vencidos: tocamos un llamador y apareció un señor que al saber que veníamos de la Argentina gentilmente nos invitó a entrar. Ya nos había pasado en otras conversaciones con sicilianos; casi todos decían tener un pariente pescador en Mar del Plata.

La historia del papiro es muy interesante Los egipcios fueron sus inventores y primeros fabricantes cientos de años A.C. y gracias a su alta calidad aún hoy se pueden admirar papiros egipcios que se han conservado por más de dos mil años.

La planta del papiro es alta, fina y elegante con un penacho muy delicado en su copa; necesita abundante agua y nosotros tenemos una, pequeña, en el balcón del departamento de invierno, Punta del Este.

Seguimos a Agrigento. El Valle de los Templos en Agrigento es la más rica demostración de la presencia griega en la isla.


Valle de los Templos., Agrigento

 Visitamos la casa del gran novelista y dramaturgo Luigi Pirandello, premio Nobel de literatura en 1934 del que yo había leído ““Seis personajes en busca de un autor”

Estuvimos en Trapani y sus inmensas salinas; en Caltagirone, conocida mundialmente por su producción de cerámicas y por la escenográfica escalinata que une la ciudad baja con la ciudad alta. Cada escalón está decorado con diferentes escenas realizadas en mayólica.

La escalera de Caltagirone.

Atravesábamos hermosas campiñas sembradas y entrábamos en ciudades. Asi pasaron Caltanissetta, Corleone y Selinunta, una de las mayores ciudades helenísticas que, en tiempos remotos, desde sus costas controlaba el tráfico marítimo de la zona.
Inolvidable viaje!

 Los sabores de Sicilia merecen un párrafo porque son producto de la influencia de las distintas culturas que dominaron la isla. Varios siglos antes de Cristo, los árabes hacían sorbetes con las nieves del Etna. La conocida cassatta, los cannoli y el mazapán probablemente también tengan el mismo origen .La gran estrella del cine Greta Garbo, cuando se retiró se refugió en Taormina por muchos años. Eligió bien!

 

Todos los años nos íbamos con Norma dos o tres meses a Chicago, a casa de María y Bill que nos recibían con mucho cariño y generosidad. Nos encantaba la ciudad de Chicago por su elegancia y pulcritud, por su arquitectura y por la afabilidad de su gente amistosa. Llegábamos en pleno verano y desde el aeropuerto ya nos alegraban los jardines y las flores que se continuaban en la ciudad con frondosos canteros coloridos en las avenidas, y veredas y en muchas ventanas.

María tenía un gran éxito profesional como “lansdape architect” en Chicago. Cada vez más jardines, más parques, más “roof gardens”. Sus clientes se convertían en amigos que la adoraban. Ella sabía cómo invertir el dinero para convertirlo en belleza.

Tommy estaba en la Parker School y además estudiaba piano y cerámica. No perdía el tiempo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

GOLF


 

Un día que invité a La Sirena a mi amigo y productor de canal 13, Carlos Sandor, trajo un palo de golf y unas pelotitas y me dio la primera lección de un deporte que poco después me iba a apasionar. Otro gran amigo, golfista fanático, Oscar Merlo, consiguió que tomara en serio un deporte que hasta entonces había considerado con cierto desprecio como una actividad aburrida y de viejos. Que error! De aburrido no tiene nada y como deporte es exigente, difícil y hasta una enseñanza de vida.

Key Biscayne era un lugar ideal para el golf. Tenía la cancha a cinco minutos de auto. Era un campo del que una vez el argentino Vicente Fernández, dijo que parecía fácil, pero engañaba. Tenía muchas trampas de arena y más de cuatrocientas palmeras. Allí tomé mis primeras clases con un profesional norteamericano y más tarde concurrí a una clínica de tres días en la Professional Golf Association de West Palm Beach, con dedicación al juego corto. Aprendí bastante y me animé a hacerme socio del Club de Golf de Cantegril, en Punta del Este y a jugar los torneos del verano. Era el año 1994, tenía sesenta y ocho años y aún estaba a tiempo de empezar ese difícil deporte porque me sentía espléndido. Contraté un caddie de primera, el inolvidable Lacho Silva, uno de los más viejos, tanto que había llevado a Mauricio Litman desde la fundación del club en 1947. Lacho tenía la experiencia que sólo los años pueden dar y me dio muchos consejos prácticos que mejoraron mi juego. Me ayudaba a leer los “greenes, uno de los mayores desafíos del golf.
 
 Con Bill, en la cancha de Cantegril. A la der. mi caddie Lacho Silva.

 Comencé a jugar con el alto hándicap del principiante y al poco tiempo gané mi primer torneo. Ese éxito aumentó mi entusiasmo y dediqué al golf, casi todas las mañanas de mi tempo en Punta del Este. Caminaba siete u ocho kilómetros, era un excelente ejercicio, me hacía feliz e incorporó a mi vida un nuevo grupo de amigos y amigas, muchos de los cuales, hasta hoy, nos acompañan en nuestro tranquilo retiro.

                        Segundo, de izquierda  a derecha mi amigo Gabriel Oliva.

Mi juego mejoraba día a día ayudado por algunas clases con los profesores de Cantegril, Fernando Cancela y Ruben Duret.
 
 
Charnia Hill, Susana KLiberman, Judith Barugel
 
 
Vicente Fernández, Copa Aerolíneas Argentinas
 
 
Tenía setenta y ocho años y había bajado mi hándicap a 19; estaba muy orgulloso. Algunos jugadores prefieren mantener un hándicap alto que favorece el score para los torneos pero mi objetivo era bajar el hándicap como consecuencia de jugar mejor.
 
 
 

Pensaba que si me hubiera iniciado en el golf en la juventud tal vez hubiera sido un “scratch”. Por qué no? si tenía las condiciones y la voluntad necesarias? Pero me faltaron los medios y el tiempo. Trabajé siempre sin pausa.

La actividad del Cantegril Country Club era gerenciada por Alejandro Ceballos un joven que dedicaba su vida al club y lo mantenía en excelentes condiciones de juego. Lo acompañaban muchachos muy queridos que, como Alejandro, más que empleados fueron amigos. Recuerdo con un abrazo al Pato y a su hermano Gaviotín, a Alejandro Lujan, que cuando me vio por primera vez después del stroke, se emocionó, a Gina, a Sergio, al jardinero Miguel, a Ruben, encargado del vestuario, a Julio, el cuidador de autos que me ayudaba a subir las escaleras en los meses de rehabilitación, a todos los muchachos del bar. Un recuerdo especial para Vilma, encargada del proshop, siempre, gaucha y amiga. Cuanto me acompañaron en esos años felices de diarios torneos de golf!

En un viaje a la República Dominicana, me invitaron al importante resort de “Casa de Campo” en La Romana. Hay dos canchas de golf; una de ella es “Teeth of the Dog”, la cancha mas calificada del Caribe y la número 43 entre las mejores del mundo. Fue diseñada por el legendario Pete Dyes y es considerada una de las más desafiantes y difíciles del mundo. Sus hoyos están entre piedras y arena y el fuera de campo es el mar. Hay un hoyo que del tee azul hay que pasar por arriba de la pista del aeropuerto donde aterriza American Airlines. Cuando los pasajeros llegan de USA los espera un carrito de golf que los llevaba al hotel.


                                   La cancha de golf de La Romana

Cuando íbamos a Chicago jugaba con Bill, en su club privado y muy exclusivo llamado Old Elm, en Lake Forest, a una hora de la ciudad. No se permitían damas ni como socias ni como invitadas, ni siquiera en el bar. Era una extraña discriminación en el país de la democracia. Para almorzar había que vestir chaqueta y si uno no la tenía, el club prestaba una, color verde que siempre me quedaba grande. Eran solamente 126 socios pero podían llevar invitados.

Generalmente jugábamos los domingos con algún amigo de Bill y después con Tommy cuando empezó a jugar. Aún en los domingos más hermosos del verano, en la cancha estábamos casi solos. Bill había empezado de niño con su padre que jugó golf hasta el final de su vida a los 92 años. Bill era handicap 12 y pegaba largo y bien. Tenía vocación didáctica y me transmitía sus conocimientos y su experiencia, con mucha paciencia. Un día estábamos jugando con Bill y su gran amigo Danny. Salí con mi drive y pegué muy bien. Danny me pregunto que handicap tenía. Le dije que 19 y me sonrió diciendo-: No sé lo que comes, pero funciona.

 

 
Con Elba Cuenca y Judith Barugel.

                       

El golf era parte importante de mi vida en Punta del Este. Ya disfrutábamos de nuestra casa, el jardín y la vida de Punta por siete u ocho meses cada año. Se había formado un grupo de amigos que nos encontrábamos todas las mañanas en el tee de salida. Los únicos argentinos éramos la señora Elba Cuenca y yo y nos integrábamos con los alemanes, Dieter Oldekop y Helmut Goekel; el egpcio Albert Piciotto, los uruguayos León Schimmel y su esposa Regina; Isidoro Kak y Lilian y Sylvain Rubinstein y Lidia. Luego se sumaron Jerry y Ana María, de USA y Bruce Sidwall, escocés que vivía en Montecarlo, casado con la parisina Anita. Bruce había comprado “la Dacha” la casa que había sido de Jacobo Timmerman y que tantas veces habíamos visitado con Norma.

Éramos una babel de gente linda que aprendimos a acompañarnos y querernos caminando el campo de golf, entre los pinos y el sol. Algunas esposas también jugaban pero generalmente entre ellas.

 

 

 

El 30 de diciembre del 2003, en el par tres del hoyo cinco, jugando con Alberto Piccioto, Dieter Oldekop y Helmuth Goeckel, con una madera tres, hice el hoyo en uno con el que todo jugador sueña. Fué emocionante, sobre todo, porque yo creí que me había pasado de largo y buscaba la pelota en un cerco, hasta que Washington, el caddie de Goekel, muy excitado, me avisó que la pelota estaba en el hoyo. Hubo champagne para los amigos y todos los socios que se acercaban y el bar del club se hizo presente con una gran bandeja de saladitos. Fue una gran alegría. El gerente del club Alejandro Ceballos, me hizo preparar un trofeo alusivo que luce en el living de la Alborada, con otros muchos premios que ahora miro con nostalgia.
Mi”swing” en el Doral.

 
La primera baja del grupo fue el querido Isidoro Kak, el más joven, que se nos fue después de una larga enfermedad que soportó con gran entereza, acompañado por su devota Lilian que siguió con el golf y hoy es una destacada jugadora, ganadora de innumerables torneos.

Dos socios de Cantegril que también tenían departamentos en Miami eran Jorge Serebriani y Bernardo Feldman. Cuando coincidíamos nos juntábamos a jugar y a conversar de tantas cosas que nos unían. Con Jorge éramos fanáticos del “cortadito” al estilo cubano que degustábamos en el “Oásis”o en “La Carreta” de Key Biscayne.

 

Cumpleaños de María


Me estoy olvidando una linda fiesta, cuando María cumplió cuarenta años en Chicago, Bill le organizó una gran fiesta en un simpático salón. Todos teníamos que disfrazarnos de cowboys. Cominos, bebimos y bailamos. Fue muy divertida y también fue el primer encuentro con buenos amigos de Bill y María que también se incorporaron a un círculo de relaciones y buenos amigos que sigue creciendo y que hasta hoy mantenemos en Chicago.

 

ALBORADA


En 1992 pude cumplir la promesa que le había hecho a Norma muchos años antes. Ya había estado buscando casa cada verano. Una vez invité a mi querida cuñada Nelly y dimos muchas vueltas por Punta, sin éxito. En la primavera de ese año 92 volví a Punta y le pedí a Armando Sagasti que me mostrara propiedades. Se dieron dos casualidades: Armando era hijo de Don Modesto Sagasti, un caballero, admirador de Frondizi a quien yo había conocido en épocas de la política. Además, Armando estaba casado con una gran fotógrafa, hija de Norman Brown, el gerente de Fábrica Uruguaya de Alpargatas para quién yo había trabajado en Montevideo.

Compré la casa sin que Norma la viera. Me encantó su ubicación, en San Rafael, con vista al mar, a doscientos metros de la costa. Fue amor a primera vista. Era lo que estábamos buscando y lo menos que Norma merecía, pero también era lo que estaba a mi alcance. Yo sabía que al comprar una propiedad lo más importante es el lugar. Cuando hice un curso de Real Slate en Florida, aprendí que el lugar, siempre el lugar, era la condición principal a tener en cuenta en la elección de una propiedad.

La casa tenía su historia. Había sido construida en los años 40 por Edmundo Klinger, conocido mio de la época de radio Carve porque él, asociado con Rafael Gatti, eran quienes traían las figuras artísticas del exterior que venían a Montevideo. Klinger estaba casado con una francesa que tenía una hermana en Niza y soñaba con que se fueran a vivir allá. Klinger arregló con el candidato Pacheco Areco que cuando fuera electo presidente lo nombrara Cónsul Honorario de Uruguay en Niza y él le regalaba la casa de Punta del Este. Klinger cumplió su promesa, pasó la casa a nombre de los dos hijos de Pacheco con su esposa Klein, pero Pacheco nunca lo nombró cónsul a Klinger, lo defraudó. La mujer de Edmundo, desde entonces, odió a Pacheco Areco y probablemente también a Klinger. Igual, tiempo después, se fueron a Niza.


El primer jardín de Alborada


La propiedad estaba muy descuidada y el jardín era un potrero, pero apenas la habitamos hicimos una ampliación importante con ideas inteligentes de Norma y un jardín hermoso con el talento de María. El primer jardín fue una modesta rocalla basada en un viejo tronco. La Municipalidad acababa de plantar unas pequeñas palmeras sobre la avenida San Pablo, entonces avenida del golf. Hicimos varias reformas y ampliaciones. Las casas crecen, como los árboles, como la gente. Hoy ya es nuestro pequeño mundo, con sus pájaros y sus flores.

Con María aprendí que el jardín no es solamente un lugar donde disfrutar y admirar plantas y flores y la habilidad del jardinero, sino para tomar contacto con la esencia espiritual de la naturaleza. Bernard Show dijo que el mejor lugar para encontrar a Dios era un jardín.
                                                          
                                         Alborada Hoy           

 
Paella en Alborada
 

 


CIFUENTES Y LA OLMEDA


 

Acercándonos a Cifuentes comenzamos a admirar los hermosos álamos dorados del paisaje; Esther los llamaba chopos, pero, eran los mismos álamos que yo había conocido en el delta y que un día habían sido vastos bosques hasta que una peste llamada “roya” los había aniquilado. Las hermanas Esther y Salud Arbeteta tenían sus dos casas en una lomada, con vista a un campo de siembra y olivos y con un lindo jardín y una piscina compartidos.   Caminamos Cifuentes, bordeamos el rio del mismo nombre hasta su nacimiento. Subimos a la iglesia y conocimos su cementerio donde reposaban los ancestros de nuestras amigas. Subimos hasta las alturas de la Cueva del Beato, mientras Esther nos contaba la historia y después, al bajar al pueblo, nos agasajamos con unas tapas y una copa de buen vino, invitados por un simpático cura, primo de Esther. Me había introducido en esa hermosa región leyendo “Viaje a la Alcarria” de Camilo José Cela que Esther Pallí me había regalado.

La Olmeda se llamaba asi porque antaño existían grandes bosques de olmos a los que una peste también los hizo desaparecer. Sólo unas pocas familias habitaban la Olmeda y la mayoría era familia de Esther y Salud. Solamente había un teléfono y en el invierno el pueblo quedaba totalmente aislado por la nieve. Había un algo especial en la Olmeda, flotaba un encanto silencioso propicio a la meditación. Dormimos una noche en La Olmeda, en casa de una de las tías pero antes, después de abundantes tragos, salimos a caminar bajo un firmamento tan límpido y brillante que nos iluminaba las caras y hasta el alma.

La Olmeda pertenece a la región de la Alcarria famosa por sus corderos. El cordero lechal es el criado únicamente con la leche materna hasta los treinta días desde su nacimiento y el cordero recental, hasta cincuenta días, se alimenta de la lecha materna complementada con piensos naturales, como el trigo, la cebada y la avena. Los probamos. Que delicia ¡
 
 
 
Con los tíos de Esther en la cava de la Olmeda

 Esther y Salud ya tenían planeado celebrar mi setenta cumpleaños en el pueblo de Cifuentes. Habían avisado a Susana Liberman en Buenos Aires y la querida amiga se vino a España a acompañarnos. Vinieron también todos mis queridos amigos de Madrid Oskar Dignoes y Malules, Manolo Coronado y Pilar, Claudio Meffert y Pilar, Víctor Mendoza y nuestra corresponsal Carmen Ugarte. Fue un día de felicidad inolvidable! Vicente Espasa, como experto alicantino, preparó con amor una estupenda paella y también dispuso de los mejores vinos de su selecta bodega para alegrar más tan cariñoso festejo.

 

 
Mi feliz setenta cumpleaños


 
Vicente con la humeante paella alicantina

miércoles, 14 de agosto de 2013

EL CAMINO DE SANTIAGO

La ruta Jacobea, que hicimos en el Año Santo de 1993, fue un viaje inolvidable que nos llevó por pueblos y ciudades llenos de historia, tradiciones y mística. No lo hicimos caminando como tantos penitentes y peregrinos, porque nuestra edad ya no lo permitía, sino tripulando un auto que habíamos tomado al cruzar la frontera de Francia con España.
Entramos a la ruta, por lo que se que se llama el camino francés, comenzando en Roncesvalles en los Pirineos y Puente de la Reina. Atravesamos Navarra, La Rioja, Castilla, León y Galicia. Siempre hicimos noche en los famosos Paradores, hasta el último, imponente Hostal de los Reyes Católicos en Santiago de Compostela. Volviendo a los días del camino, siempre tratábamos de comer los menús iguales o parecidos a aquellos que degustaban lo antiguos peregrinos.
















                                                                                   
Puente de la Reina

Así abundaron las sopas paisanas, las “pochas” de codorniz y chorizo, en Navarra; los espárragos “cojonudos” de la Rioja; conejos, alubias y sopa de ajo más adelante y los vinos locales, algunos, con solera de muchos años. Y no olvidamos las tortillas, guisos, cocidos, chuletas y el delicioso vino de orujo. Seguramente que lo pasamos mejor que muchos peregrinas a quienes veíamos en las puertas de las iglesias curándose las ampollas sangrantes de los pies. Pero yo hubiera cambiado con gusto, la comodidad de nuestra tercera edad, por la juventud entusiasta de esos jóvenes peregrinos.
Ya habíamos pasado por Calahorra y nos habíamos deleitado con sus merecidamente famosos pimientos que disfrutamos asados y rellenos.







Algunas etapas fueron significativas por algo especial. En Logroño, aún en La Rioja, nos encontramos con la semana de la fiesta de la Vendimia que coincide con las celebraciones de San Mateo. Era septiembre de 1993.



 


En la Feria de Viana
           





Nos encantaba esa ingenua alegría popular, sin desmayos. Vimos desfiles de gigantes y cabezudos, partidos de pelota a mano y nos sumamos a la degustación gastronómica de los distintos productos de las Casas Regionales. Yo disfruté los huevos con pimientos y Norma una jugosa Chuleta. Seguían los fuegos artificiales, espectáculos folklóricos y verbenas a las que no pudimos quedarnos.
En la ciudad fortaleza de Viana coincidimos con una interesante feria medioeval donde vimos artes, oficios y artesanías de esa época. Visitamos el hermoso e impresionante Altar de Santa María y al frente de la iglesia, una lápida recordando que allí murió en combate Cesar Borgia, ese tenebroso personaje que había sido obispo a los 16 años.
En el Monasterio de Yuso, todavía en la Rioja, vimos y leímos, detrás de vitrinas, los primeros textos escritos de la lengua castellana allá por el siglo X, en la letra del poeta Gonzalo de Berceo. Ante esos textos incunables no pudimos menos que hacer una pausa respetuosa y emocionada.





















  Primeros escritos en lengua castellana.



















 













 Con el padre Alfredo, en San Millán de la Cogolla,



Cruzábamos pueblos y ciudades, muy cerca unos de otros, contrastando con nuestras largas distancias de soledad en Argentina.
En San Millán de la Cogolla, nos recibió el padre Alfredo que tuvo la gentileza de llevarnos a su amplia sacristía y mostrarnos en ella escudos en piedra y las banderas de Uruguay y Argentina.
Al entrar en la iglesia, nos sorprendió que arriba de la cripta hubiera un gallinero de piedra y dentro de él, vivitos y contentos, un gallo y una gallina blancos. El Padre Alfredo nos contó la leyenda. Resulta que entre los muchos peregrinos que hacían alto en esta ciudad para venerar las reliquias de Santo Domingo, llegó un matrimonio con un joven de dieciocho años, muy buen mozo. La chica del mesón donde se hospedaron se enamoró del pero ante la indiferencia del joven decidió vengarse. Metió una copa de plata en el equipaje del joven y cuando los peregrinos siguieron su camino denunció el robo al corregidor. Las leyes de entonces castigaban con el delito de hurto y el inocente peregrino fue ahorcado. Al salir sus padres camino de Santiago de Compostela fueron a ver a su hijo ahorcado y al llegar escucharon la voz de su hijo que les decía que Santo Domingo le había salvado la vida. Fueron enseguida a la casa del Corregidor a contarle el milagro. El Corregidor, incrédulo, les contestó que su hijo estaba tan vivo como el gallo y la gallina asados que se disponía a comer. En ese preciso momento, el gallo y la gallina se cubrieron de plumas y saltando del plato se pusieron a cantar. Y desde entonces se dicen los famosos versos:” Santo Domingo de la Calzada donde cantó la gallina después de asada”. En recuerdo de este suceso, se mantienen en el lugar un gallo y una gallina vivos y siempre de color blanco.













El gallo y la gallina en la iglesia de Santo Domingo de la Calzada.


Llegamos a León, la capital del antiguo reino, con su rico patrimonio romano y medioeval y el hechizo de la catedral gótica más pura y bella de España. Hicimos noche en el Hostal San Marcos. Un lugar único en toda la ruta jacobea, donde conviven la Catedral, el Museo y el Parador. Un majestuoso edificio que fuera monasterio y hospital en el siglo XVI. Nos detuvimos ante la belleza de los arabescos y demás ornamentos de su fachada, una obra sobresaliente del renacimiento español. Para llegar a nuestro alojamiento transitamos el museo viviente del claustro y la sala capitular, antiguos amueblamientos y armaduras de legendarios combates.
El hostal tiene fama también por su cuidada gastronomía regional su comedor que visitaron con frecuencia los reyes de España. Nosotros no nos privamos y acabamos con un cocido maragato, unas natillas de postre y un reconocido vinito del Bierzo.







                     Hostal de San Marcos


Como ferviente lector de libros y relatos de la época de los templarios, no podía prescindir de la visita a Villalcazar de Sirga, un pequeño pueblo de poco más de doscientos habitantes, antiguo asentamiento romano en las tierras de Palencia, por donde pasaron los caballeros templarios a su vuelta de Jerusalén, a principios del siglo XII.
Sabíamos de un restaurante pequeño, especializado en comidas a la antigua usanza, con mesas sólidas, grandes vigas de madera y una chimenea de piedra. Era el Mesón de los Templarios a cuya tentación no pudimos resistir. Con Norma, a la noche, sólo tomábamos un té o comíamos algo muy liviano. Era una receta muy sana para los viajes, pero el almuerzo siempre era propicio para conocer lugares y paladear comidas y vinos regionales.
En el Mesón de Villa Sirga nos entregamos al placer de un cordero lechazo, asado al horno de leña y preparado por su propietario, don Pablo Moreno, Mesonero Mayor del camino de Santiago. La gente dice: “Si bien comer queréis, al mesón de Pablo iréis.”




                      Mesón de los Templarios.

Nos desviamos un poco al sur del camino, para visitar el pueblo Seoane do Caurel, en la región de las verdes sierras do Caurel, en la provincia de Lugo. Un pueblo intranscendente, donde preguntamos insistentemente si algún Seoane lo habitaba y ninguno encontramos; la inmigración gallega a las Américas se los había llevado a todos. Como la capilla estaba cerrada tampoco pudimos indagar. Ese pueblo Seoane nos defraudó porque no tenía nada rescatable y sus pobladores, ni parecían gallegos ni les interesaba la presencia de visitantes de América, llegando en busca de recuerdos y huellas de sus ancestros







                                  Cruce de caminos.





































Nos desviamos hacia el sur para ir a San Juan Seoane y reencontrar a mi prima gallega Antonia, cincuenta años después. El pequeño poblado al final de un sendero de montaña, ahora, con el progreso, había quedado casi al borde de la Autopista del Atlántico, la E-5 y las líneas eléctricas de alta tensión, cortaban el cielo.



















































 La familia gallega

                                      
Con la prima Antonia y su hijo.


Encontramos la vieja casa de piedra del tío abuelo Toño, en Cerneda de Avegondo donde habíamos estado con papá en 1950. Sufría medio siglo más y estaba bastante descuidada. Nos identificamos a la familia que nos recibió un poco sorprendida. Eran una mezcla de campesinos y de gente de ciudad y nos envolvimos en una charla complicada, tratando de descubrir cuál era la relación de parentesco que nos unía y no fue fácil; ya era de segundo o tercer grado. Les costaba hablar castellano. Su idioma natural era el gallego. Mientras conversábamos se acercó una vaca, despacito, comiendo pasto del patio y una joven del grupo corrió a sacarla, con sus zapatos de tacos altos y finitos que se enterraban en el barro. Fue una situación extraña y casi patética. Nos contaron que unos primos ricos de La Coruña querían comprar la casa de Toño para arreglarla, construir piscina y convertirla en su casa de veraneo. La visita no daba para más y nos despedimos llevándonos las señas del domicilio de la prima Antonia. El encuentro fue más bien triste y decepcionante. Prefería mantener el recuerdo de aquella visita con papá en 1950 donde todo había sido simple y grato.
Encontramos a Antonia que era mi finalidad. Nos abrazamos largamente y lloramos de felicidad. Habían pasado cuarenta y tres años desde que bailábamos alegremente, jotas y muñeiras en la fiesta de “Os Caneiros”. Antonia mostraba los años pasados. Era una campesina fuerte y rústica pero no había perdido su alegría exuberante y expresiva. También hablaba en gallego y yo la dejaba porque la entendía bastante bien y no quería forzarla al castellano con el que, evidentemente, no se sentía cómoda. Nos mostraba con entusiasmo, a lo lejos, las varias pequeñas fracciones de tierra que eran de su propiedad; exhibición característica del minifundio en Galicia. Su hijo le había regalado un lindo chalet, alhajado con todo el equipamiento del confort moderno, pero ella nos contaba, riéndose, que no los sabía manejar. Nos invitó a quedarnos unos días en su casa pero teníamos que seguir el Camino y llegar a Santiago. Nos despedimos con tristeza. Ambos sabíamos que la despedida era para siempre.
Nos acercábamos a nuestro destino. Pasábamos por los últimos pueblos de la ruta jacobea, en busca de la excelsa Santiago de Compostela. Nuestra ansiedad aumentaba mientras se hacía la noche. Y de pronto, miramos al cielo donde una brillante vía láctea con millones de estrellas nos señalaba el camino. Sin duda las mismas estrellas que tantos siglos atrás iluminaban el camino de los primeros peregrinos en busca del sagrado sepulcro del Apóstol Santiago.
Teníamos reserva en el Hostal de los Reyes Católicos situado sobre la misma plaza del Obradoiro. Unas cadenas de gruesos eslabones cerraba la entrada a la plaza y un guardián nos detuvo.
Cuando le informamos que íbamos al hostal, nos abrió con diligencia y buenos deseos. Entré al enorme salón de la recepción, confieso que emocionado, le doy el nombre bien gallego de Seoane y el conserje me dice que no encuentra la reserva. Ya empezaba a enojarme, cuando encuentra la reserva, pero, para el día siguiente. Norma ya estaba a mi lado y se nos vino el alma al piso. No hubo ruego alguno que lograra una habitación. Nos dicen que las reservas se hacen con años, o meses de anticipación. Debimos partir y elegimos corrernos a la cercana Betanzos con muchos recuerdos porque papá solía contar que por Betanzos había pasado el abuelo Juan, en camino al puerto de Vigo cuando emigró a la Argentina. Ese día que el abuelo pasó, había fiesta en el pueblo porque se inauguraba la esperada fuente de agua.
Allá nos fuimos y una vez instalados salimos a comer algo ligero y a buscar la fuente. Estaba, en medio de la plaza. Brotaba agua fresca de la que bebí un trago y leí: “1864,” Fue el año en que el abuelo emigró. La fuente no era nueva para mí porque cuando en 1950 visitamos Galicia con papá, me la había mostrado, con evidente emoción. Cuando a la mañana tomamos café bajo un soportal, ya no vimos a las mujeres de antes pregonando las sardinas frescas que llevaban en una gran bandeja de latón, haciendo equilibrio sobre la cabeza. Lo que no había cambiado eran las fachadas de cristal, las iglesias medioevales y las empinadas cuestas. Betanzos era como un símbolo, como un muestrario de la Galicia marinera. Caminamos toda la mañana, llegamos al puerto, ahora deprimido por la competencia del vecino La Coruña y al mediodía, nos comimos unos callos con garbanzos y brindamos con una copa de vino del Ribeiro.


 

 Betanzos

A la tarde regresamos a Santiago. Nos volvieron a levantar las cadenas de la plaza y, para nuestra alegría, un enorme cuarto nos esperaba. Me invadieron los recuerdos de aquella primera vez en Santiago con papá, en el Año Santo de 1950, entonces, nuestro alojamiento había sido una modesta pensión. Compostela, junto con Roma y Jerusalén, es uno de los tres mayores centros de peregrinación de los pueblos cristianos. En tiempos antiguos los peregrinos partían en grupo para darse protección.Todos llevaban un amplio sombrero para protegerse del sol, un morral para la comida, una calabaza para el agua y el bordón, que era como un cayado o báculo, para defensa y apoyo. Atravesamos el Pórtico de la Gloria que solo se abre en los Años Santos y es una preciada joya del estilo románico. Al entrar en la catedral, cumplimos con devoción la tradición de colocar la mano en la piedra, debajo de la imagen del Apóstol. Presenciamos la ceremonia del botafumeiro, uno de los símbolos más conocidos de Santiago. Se trata de un enorme incensario de latón, colgando desde lo alto, que se balancea cada vez más rápido empujado por sacerdotes ayudantes. El botafumeiro, que en gallego quiere decir “echa humo” nació como remedio para perfumar y desinfectar la catedral de Santiago, ya que la llegada de peregrinos al templo después de hacer un camino tan duro, provocaba que el olor allí fuera insoportable. Además, en esas épocas se permitía dormir a los peregrinos en el interior de la catedral para descansar y resguardarse del frio y la lluvia. La ceremonia se realiza solamente durante la misa de doce en los Años Santos.


Peregrinos frente a la Catedral de Santiago.





En Santiago hay varios signos que son emblemáticos de Galicia: los soportales de sus calles, sus típicos quesos cónicos y el vestuario negro de las mujeres del pueblo
Dicen que visten negro porque aún arrastran duelo por sus muertos en la trágica guerra civil.



En Santiago el tiempo parece detenido. Todos los pisos son de una piedra laja gris, casi siempre mojada por las reiteradas garúas gallegas, que las hacen brillar con espléndidos reflejos. Santiago es también un importante centro universitario, a la vez que es la capital política de Galicia.












                                               Salamanca
Emprendimos el regreso, con un poco más de prisa y por ruta diferente. Pasamos por Ourense, Puebla de Sanabria y Benavente, donde dormimos en el Parador Conde de Gomarra.
Visitamos la Universidad Pontificia. Luego la gran Salamanca, aquella de “Lo que natura non da, Salamanca non presta”.        Enorme, imponente, señorial. Sentí una gran angustia, como una nostalgia, por lo que no pudo ser. Qué no hubiera dado por haber sido un estudiante en alguna de sus escuelas! Pero, no hay marcha atrás! ya era tarde para volver a ser universitario.
No tuve el privilegio de vivir la vida universitaria, como la ha hecho Tommy, por ejemplo en Estados Unidos. Hoy creo que la universidad de masas es demagogia; no hay relación entre profesor y alumnos.    
Comimos muy bien y barato en uno de sus varios comedores universitarios. Yo ponía oídos atentos a las conversaciones y risas de los estudiantes. Qué envidia!!!
Más adelante entramos a La Alberca, un pueblo suspendido en el tiempo, fascinante. El primer pueblo rural de España, declarado monumento histórico nacional. Hubiéramos querido quedarnos sentados en la plaza, cerca de una señoras que tejiendo y conversando, vestidas de negro y delantales blancos, nos creaban dudas de en qué siglo estábamos. Compré un bastón rústico que aún atesoro Nunca olvidé ese pueblo; nos prometimos volver y tal vez, aún estemos a tiempo.





           










La Alberca
           

Llegamos al Monasterio de Yuste como estaba en nuestros planes. Llovía fuerte y parejo. Había una puerta chica de hierro, frente a la cual golpeamos las manos. Salió un joven simpático diciéndonos que apuráramos porque iba a comenzar la misa. Lo seguimos por un senderito de piedras hasta la iglesia, un severo edificio gótico del siglo XV. No había nadie en la nave, parecía que la misa era para nosotros solos y además, para nuestra sorpresa, entraron al altar seis monjes de blanco y cantando: era una misa concelebrada. Qué emoción y que privilegio.
Después pasamos al comedor donde nos atendió el mismo joven que nos había recibido. Todo era muy austero con simples mesas y sillas muy de madera. Igualmente austera la comida, consistente en una sopa de huevo y ajo, pan casero y un revuelto de espárragos trigueros. De postre queso de cabra y miel casera..
El amable joven nos invitó a conocer los claustros y las dependencias monacales. Fuimos a la habitación donde el emperador Carlos V había pasado los dos últimos años de su vida, por propia elección. La habitación se comunicaba con la iglesia lo que le permitía asistir a misa desde su propia cama.






Monasterio de Yuste  


Luego de esa etapa tan emotiva, seguimos nuestro camino. Hicimos noche en el Parador de Oropesa y volvimos a la ruta. Llegamos a Talavera de la Reina, donde lógicamente, Norma quiso ver sus famosas cerámicas. Había muchos talleres, con sus estilos y especialidades. Cuando pensé que ya era suficiente para mí la dejé a Norma tratando de comprar algo muy lindo pero a buen precio y me fui a conocer la Colegiata de Santa María, de la que tenía noticia. Era muy interesante, de gótico mudéjar, construida en el siglo XIV.
El próximo pueblo era Lagartera. Visitamos la casa de doña Pepa Alai, fina artesana de famosos manteles, proveedora de la Casa Real de España y de los Países Bajos. Compramos un mantel con ocho servilletas y un centro de mesa.
Seguimos sin parar hasta Toledo. Queríamos admirar el coro de la catedral considerado el más grandioso de la cristiandad.
Con atención enfrentamos esa obra espléndida del siglo XVI. Está construida en dos grandes planos, el coro bajo y el coro alto. La sillería tiene 72 sitiales y en la parte alta se muestran las genealogías de Cristo según los Evangelios y en la baja, los santos de la iglesia.

 









El coro de la catedral de Toledo       
Toledo es la capital de Castilla y todo allí es monumental. Habíamos estado en Toledo con papá en aquel viaje descubridor de 1950, cuando me decía que al doblar de cualquier esquina podía aparecerte un cuchillero. Lo que yo recordaba de entonces era que al atardecer el sonido de tantas campanas resonando, parecía llevarte atrás, a siglos románticos y peligrosos. No teníamos reserva en el Parador; nos quedemos en “Los Cigarrales” un hotel de cercanías. Desde la ventana del cuarto teníamos una vista panorámica maravillosa del rio Tajo y de la ciudad. Comimos una sopa castellana de ajo, aceite, pan y chorizo colorado y después una codorniz estofada.


 San Francisco. Museo del Greco

Admiramos los Grecos en el museo del gran pintor. Toledo fue declarada por la Unesco, Patrimonio de la Humanidad                                              
Regresamos a Madrid cargando la emoción de las vivencias del camino realizado. Hicimos una pausa y descanso en Madrid. Fuimos al teatro Alcázar a una función protagonizada por nuestro Alberto Closas, tan querido en Buenos Aires y la gran actriz española Amparo Rivelles. Disfrutamos la obra que era “El Canto de los Cisnes”, pero nos llamó la atención que Closas tosía con mucha frecuencia; pensamos que podía ser una exigencia de su papel. Esa noche fue su última actuación. Pocos meses después Closas falleció en su amado Madrid.
Por segunda vez visitamos el Museo Sorolla. A Norma y a mí nos encanta ese pintor valenciano. Fue uno de los primeros impresionistas españoles con una temática reiterativa sobre playas, retratos de familia, costumbres y trajes. El museo funciona en lo que fue la casa del pintor por muchos años. Sorolla gustaba del aire libre, la playa, la captación de los efectos de la luz, sin negro y sin contornos. Conseguimos una hermosa reproducción de su pintura “Madre e hija en la playa” que nos acompaña en nuestra casa de Punta del Este.

Madre e hija en la playa.



Salimos de Madrid, hacia Cifuentes y La Olmeda, los pueblos de la familia Arbeteta en el centro de la provincia de Guadalajara, a poco más de cien kilómetros de Madrid. Esther conducía su auto, velozmente pero segura, mientras nosotros admirábamos la actividad fabril de la periferia.