LUNA DE MIEL
El general nos prestó su Mercury y con él salimos de luna de miel. Con los
pocos recursos que teníamos no podíamos ir muy lejos de modo que elegimos ir a La Coronilla , una playa, al
norte, cerca de la frontera con Brasil. En el camino nos sorprendió una fuerte
lluvia y, para peor tuvimos una pinchadura en la cubierta de la rueda delantera
derecha. Empecé a trabajar en el cambio de rueda pinchada por la de auxilio y
me puse un pañuelo de Norma, grande y de colores, en la cabeza. Estaba agachado
en mi tarea, bajo la lluvia, cuando se para al lado otro auto con dos jóvenes y
uno me pregunta “Puedo ayudarla señorita “¿Levanté la cabeza y les contesté “
No, gracias “ sonriendo. Sorprendidos, siguieron su camino.
No sé porqué elegimos un lugar de playa, porque era el mes de junio, pleno
invierno. Tal vez la idea fue estar solos y disfrutar de esa soledad. Y
efectivamente, los dos primeros días éramos los únicos huéspedes del hotel.
Bien abrigados jugábamos a las bochas que se nos escapaban de las manos
frías. Norma, muy orgullosa, casi siempre me ganaba. Caminábamos por la playa
con pulóveres y sobretodo. Llego al hotel una pareja joven, también recién
casados. Como no tenían auto, Normita los invitó a ir a la frontera y hacer
algunos paseos con nosotros.
Una noche los invitamos a charlar y vinieron a nuestro cuarto trayendo un
frasco con arenques en escabeche que les había preparado la mamá judía. Sin
querer, al abrirlo de golpe, me saltó encima todo el Jugo de la vinagreta y un
pedazo de arenque. Llevaba puesto un precioso blazer azul que había estrenado
para ese viaje. Fueron inútiles todos los intentos por sacarle el olor a
pescado que le había quedado. Finalmente, con pena pero
resignados lo tiramos a la basura.
Pescando con sobretodo.
Albertito, el primer nieto del general Bianchi.
Habíamos alquilado un pequeño departamento en el coqueto barrio de Pocitos,
a dos cuadras de la playa y lo equipamos con sencillez, pero, con el buen gusto
de Norma. Entonces yo estaba trabajando en la Fábrica Uruguaya
de Alpargatas, como sub jefe de propaganda y publicidad, aunque seguía haciendo
algunos trabajos de producción para Radio Carve. Manejaba una pequeña camioneta
de la fábrica, con mucha independencia, lo que me permitía ir a almorzar con
Norma casi todos los días y hasta ir un rato a la playa. Estábamos tranquilos y
felices. Yo no le comentaba a Norma para no inquietarla, pero sabía que algo se
preparaba en la vecina orilla argentina.
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