MARIA ANDREA
María Andrea no se había quedado atrás en el fracaso matrimonial. Al poco
tiempo que llegamos a USA, tuvo un pequeño accidente en Miami, con el auto que
conducía mi empleado Ernesto Novarín. Después de ese susto, lamentablemente,
decidió volverse a Buenos Aires, a nuestro departamento de Coronel Díaz. Nunca
debimos permitírselo; fue un gran error mío y de Norma. Tal vez su vida hubiera
tenido otro curso si se hubiera quedado con nosotros en Miami. En Buenos Aires,
conoció a Jorge Labrouse, un don nadie, engominado al estilo Gardel. Un
muchacho de familia humilde, sin estudios ni trabajo, pero con delirios de
grandeza. Quedó embarazada. Fue un gran disgusto para nosotros. Se casaron y
les compramos un pequeño departamento en el barrio de Belgrano.
En esa época yo obtuve mi jubilación y cobré una buena suma por
retroactividad, Labrouse me pidió un préstamo para poner un negocio en el
mercado de frutos. Creo que algo me devolvió, pero todavía estoy esperando por
el resto. Al poco tiempo nació Santiago, nuestro primer nieto; un rubio, sano y
hermoso.
La pareja de Andrea y Jorge no duró mucho. Se divorciaron y Andrea quedó otra
vez sola. Después conoció a Alejandro Raimondi, un rubio buen mozo y de buena
familia, pero casado y también sin profesión.
Alejandro era simpático e inteligente y hubiera podido tener éxito en
cualquier actividad, aceptando empezar de abajo, pero se sentía gerente o
director o planeaba negocios que no se dieron. El día que nació Sebastian el
padre no estaba y la enfermera lo trajo a mis brazos porque creyó que yo era el
padre. Era un hermoso niño, rubio y sano.
Andrea, con Santiago y Sebastián, seguían viviendo en nuestro departamento
de Coronel Díaz. Cuando Andrea tenía algún problema con los chicos, el que
aparecía y ayudaba era Labrousse, el papá de Santiago. Raimondi reconoció a
Sebastián recién cuatro años más tarde. Desde entonces y hasta hoy, Andrea, sus
hijos y todos los gastos de su casa estuvieron a nuestro cargo, con la
excepción de algunas modestas y esporádicas colaboraciones de parte de Labrousse o Raimondi. Andrea no tuvo suerte con sus dos parejas, Al
cual peor. Sus hijos son para Andrea la razón más valedera de su vida
Con Sebastián y Santiago
La relación de la pareja Andrea y Alejandro se deterioraba cada vez más.
Para entonces la familia Raimondi, el recordado y querido Perico y Teté, padres
de Alejandro, habían vendido su hermoso chalet en la Avenida Federico
Lacroze y a instancias de Alejandro habían comprado un departamento en el mismo
edificio de Andrea, en el cuarto piso, en la calle Moldes entre Pampa y Sucre.
Andrea tenía el séptimo piso. Esa mudanza lo entristeció mucho a Perico y poco
después enfermó y falleció. Le ofrecí a Andrea mudarse a otra propiedad, pero
no quiso. El edificio tenía un encargado muy eficiente que era chileno, Roberto
Williams. Culto, amable, y además excepcionalmente buena persona que seguía de
cerca los problemas de Andrea y estaba siempre dispuesto para darle una mano.
Nosotros le estamos agradecidos y lo consideramos un amigo, así como a su mujer
y sus hijas.
En esa época de desencuentro de la pareja Andrea y Alejandro, nació el
tercer niño. Le propusimos a Andrea llamarlo Lucas por el autor de uno de los
Evangelios del Nuevo Testamento y Pablo, por el Papa polaco al que admirábamos.
Tal vez esos nombres iban a acompañar la vida feliz que le deseábamos. Después
supe que Lucas, en hebreo significa “el que dice cosas dulces”. La relación de
Andrea y Alejandro Raimondi era pésima hasta que, finalmente, Andrea le pidió a
Alejandro que dejara el departamento.
Un desgraciado accidente ensombreció aun más la vida de la familia Raimondi.
El hijo del primer matrimonio de Alejando falleció en un absurdo accidente de
tránsito.
Estaba en el auto de un amigo, esperando la luz verde del semáforo cuando
otro automóvil, con un conductor alcoholizado, entró con luz roja y los
embistió. Alejandrito tenía diecisiete años y era un joven encantador,
inteligente, estudioso y deportista, Fue un impacto demoledor para todos del
que nunca se repusieron. Desde luego que incidió también en la relación de
Andrea con Alejandro. Lucas que crecía alegre y feliz, muy apegado a su abuela
Tete, también acuso el golpe. Le gustaban las hierbas y las flores y plantaba y
cuidaba de ellas en el balcón de la abuela. Era un niño muy sensible y la mala
relación entre los padres y la pérdida de su medio hermano a quien quería mucho
comenzó a afectarlo y a ponerlo triste. Notamos alarmados, ese cambio.
Sebastián Mario
Lucas
Andrea tuvo el merito de salir adelante con la crianza de sus tres varones,
sin el suficiente apoyo, espiritual y económico de los padres. Buenos Aires,
con sus riesgos, tentaciones y malas compañías es un gran riesgo. Santiago, el
mayor no siguió estudiando pero es experto en computación y tiene un buen
empleo en el congreso de la nación. Sebastian estudia Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos
Aires y además tiene un estudio de fotos y video, con muy buen sentido
artístico, Lucas el menor, tiene algunas dificultades de aprendizaje, pero está
terminando su estudio secundario y le gustaría ser Chef.
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