Mi refugio

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Alborada

miércoles, 19 de diciembre de 2012


 

EL CASAMIENTO


 

La relación con Norma seguía con entusiasmo. Ambos nos sentíamos felices y disfrutábamos de cada momento. Un día me decidí a pedir su mano. Recuerdo bien que esa tarde, sentado en un sillón de terciopelo rojo del living, daba vuelta a un Long play en la mano, como si en su etiqueta pudiera encontrar las palabras adecuadas para la petición. Fue Fina, la mamá de Norma, la que me sacó del pozo, con palabras alentadoras que me dieron un si implícito. Desde ese día memorable pasaron dos años de noviazgo formal hasta que decidimos casarnos.

Papá y mamá poco me podían ayudar así que necesitaba un crédito para comprar muebles y otras cosas. Acudí a algunos políticos exilados que amablemente se excusaron, excepto uno, que no era de mi partido pero había conocido a papá cuando fue ministro de gobierno en la provincia de Buenos Aires. Me dijo:.- “Mario, vea la cantidad que necesita ,cruce enfrente al Banco Comercial, y vuelva que yo le firmo, la solicitud como garantía” .” Ese Señor, con mayúscula, era el Dr. Vicente Solano Lima; años después vicepresidente de la República Argentina, acompañando a Héctor J. Cámpora y luego en el tercer mandato de Perón, secretario general de la presidencia. Fue un buen amigo y un ilustre argentino, injustamente olvidado.
                                                            La ceremonia civil

Nos caso el padre Jemmy, amigo de la familia, en la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes el 10 de junio de 1951. Dicen que nos cruzábamos inefables miradas de amor.

La noche del día del casamiento civil fue la primera vez que salimos solos Norma y yo, sin chaperona. Sencillamente fuimos a un restaurante alemán a comer salchichas con chucrut y unas cervezas. Comenzaba nuestra felicidad como pareja. No imaginamos que iba a ser una vida tan larga, siempre juntos, sin interrupciones, ni conflictos graves por tantos años. Fue una gracia que Dios nos concedió y a la que Norma mucho contribuyó con su paciencia, su tolerancia y su amor persistente.        

Perón, enojado con la protección que Uruguay daba a los argentinos exilados, había prohibido viajar a Uruguay. Mis padres y mi hermano Tito Livio, tuvieron que volar a Porto Alegre, en Brasil y de allí a Montevideo. Mi suegro, el general, nos hizo una gran fiesta, con una muchedumbre de invitados, entre ellos políticos y militares de ambas orillas.

                                                    Saliendo de la Iglesia

                                                  Cortando la torta, con mis suegros

                                       Mamá feliz y atrás, el Padre Jemmy

                                                                    Papá y mamá

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