EL CASAMIENTO
La relación con Norma seguía con entusiasmo. Ambos nos sentíamos felices y
disfrutábamos de cada momento. Un día me decidí a pedir su mano. Recuerdo bien
que esa tarde, sentado en un sillón de terciopelo rojo del living, daba vuelta
a un Long play en la mano, como si en su etiqueta pudiera encontrar las
palabras adecuadas para la petición. Fue Fina, la mamá de Norma, la que me sacó
del pozo, con palabras alentadoras que me dieron un si implícito. Desde ese día
memorable pasaron dos años de noviazgo formal hasta que decidimos casarnos.
Papá y mamá poco me podían ayudar así que necesitaba un crédito para
comprar muebles y otras cosas. Acudí a algunos políticos exilados que
amablemente se excusaron, excepto uno, que no era de mi partido pero había conocido
a papá cuando fue ministro de gobierno en la provincia de Buenos Aires. Me
dijo:.- “Mario, vea la cantidad que necesita ,cruce enfrente al Banco
Comercial, y vuelva que yo le firmo, la solicitud como garantía” .” Ese Señor,
con mayúscula, era el Dr. Vicente Solano Lima; años después vicepresidente de la República Argentina ,
acompañando a Héctor J. Cámpora y luego en el tercer mandato de Perón, secretario
general de la presidencia. Fue un buen amigo y un ilustre argentino,
injustamente olvidado.
Nos caso el padre
Jemmy, amigo de la familia, en la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes el 10 de
junio de 1951. Dicen que nos cruzábamos inefables miradas de amor.
La noche del día del casamiento civil fue la primera vez que salimos solos
Norma y yo, sin chaperona. Sencillamente fuimos a un restaurante alemán a comer
salchichas con chucrut y unas cervezas. Comenzaba nuestra felicidad como
pareja. No imaginamos que iba a ser una vida tan larga, siempre juntos, sin interrupciones,
ni conflictos graves por tantos años. Fue una gracia que Dios nos concedió y a
la que Norma mucho contribuyó con su paciencia, su tolerancia y su amor persistente.
Perón, enojado con la protección que Uruguay daba a los argentinos exilados,
había prohibido viajar a Uruguay. Mis padres y mi hermano Tito Livio, tuvieron
que volar a Porto Alegre, en Brasil y de allí a Montevideo. Mi suegro, el
general, nos hizo una gran fiesta, con una muchedumbre de invitados, entre
ellos políticos y militares de ambas orillas.
Cortando la torta, con mis suegros
Mamá feliz y atrás, el Padre Jemmy
Papá y mamá
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