LA PRAIRIE
En 1996 hicimos un movido viaje a Europa que incluyó la segunda estadía de
una semana en la Clínica La
Prairie de Suiza, en Clarens, a orillas del Lago de Ginebra. Nuestro interés
por La Prairie
surgió escuchando hablar de ella con entusiasmo al Dr. Christian Bernard, el
primer cirujano que hizo un trasplante de corazón. El Dr. Bernard había sido
invitado a la Argentina
por Proartel para participar en el ambicioso programa de televisión La Campana de Cristal, en
Canal 13, con fines de beneficencia. Bernard, contó que a los cincuenta y dos
años había entrado en la clínica La
Prairie apoyado en un andador y que había logrado una
rehabilitación total. Nuestra primera estadía para el tratamiento de
revitalización había sido en 1992. Nos recibió el director, Dr. Thieri Waelli. Ingresamos
un día sábado y el domingo nos aplicaron una inyección para comprobar si no
había rechazo para el tratamiento con dos inyecciones de células madres que
recibiríamos los días martes y jueves siguientes, una a cada lado de los
glúteos. Nos preguntaron qué dieta de comidas queríamos y elegimos baja en
colesterol. El servicio del comedor y la comida siempre fueron magníficos. La
primera vez tuvimos de vecinos de mesa a un matrimonio de bodegueros
australianos y la segunda, con menos suerte, a una tilinga, jueza de Santa Fe,
Argentina.
En la segunda estadía, en 1995, el Dr. Waelli nos preguntó si nos había
hecho bien el primer tratamiento que había sido en 1992. Creíamos que sí porque
nos sentíamos muy bien. Hasta hoy, en el 2010, creo que La Prairie fue una buena
inversión y habríamos repetido la experiencia que aconsejaba ir cada dos o tres
años, pero ya su costo se hizo prohibitivo para nosotros, porque cada semana,
por persona hoy cuesta una fortuna. A quienes puedan afrontar ese gasto, vayan
¡Vale la pena! Pero, cuidado con los tratamientos extras, cosmética, belleza u
odontología. Son tentadores pero muy caros.
Al despedirnos del Dr. Waelli, le comentamos que íbamos a visitar el vecino pueblo de Gruyère, nos dijo que su casa quedaba en el camino y que lo visitáramos. No fuimos por falta de tiempo, pero cambiamos nuestra errada idea de que los suizos no son cálidos.
El pabellón
nuevo de La Prairie
En cinco minutos de ómnibus fuimos a Vevais, el pueblo donde vivió sus
últimos años Carles Chaplin en una gran finca que lamentablemente estaba
cerrado a las visitas. Pero nos emocionamos ante su monumento, siempre con
flores.
En Gruyère visitamos una quesería de demostración y degustamos la típica “raclette”
de queso fundido con papas. Toda la región es hermosa, con aldeas aisladas en
la montaña, y casas de madera dispersas en praderas verdes.
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