Mi refugio

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Alborada

miércoles, 26 de junio de 2013


LA PRAIRIE


En 1996 hicimos un movido viaje a Europa que incluyó la segunda estadía de una semana en la Clínica La Prairie de Suiza, en Clarens, a orillas del Lago de Ginebra. Nuestro interés por La Prairie surgió escuchando hablar de ella con entusiasmo al Dr. Christian Bernard, el primer cirujano que hizo un trasplante de corazón. El Dr. Bernard había sido invitado a la Argentina por Proartel para participar en el ambicioso programa de televisión La Campana de Cristal, en Canal 13, con fines de beneficencia. Bernard, contó que a los cincuenta y dos años había entrado en la clínica La Prairie apoyado en un andador y que había logrado una rehabilitación total. Nuestra primera estadía para el tratamiento de revitalización había sido en 1992. Nos recibió el director, Dr. Thieri Waelli. Ingresamos un día sábado y el domingo nos aplicaron una inyección para comprobar si no había rechazo para el tratamiento con dos inyecciones de células madres que recibiríamos los días martes y jueves siguientes, una a cada lado de los glúteos. Nos preguntaron qué dieta de comidas queríamos y elegimos baja en colesterol. El servicio del comedor y la comida siempre fueron magníficos. La primera vez tuvimos de vecinos de mesa a un matrimonio de bodegueros australianos y la segunda, con menos suerte, a una tilinga, jueza de Santa Fe, Argentina.

En la segunda estadía, en 1995, el Dr. Waelli nos preguntó si nos había hecho bien el primer tratamiento que había sido en 1992. Creíamos que sí porque nos sentíamos muy bien. Hasta hoy, en el 2010, creo que La Prairie fue una buena inversión y habríamos repetido la experiencia que aconsejaba ir cada dos o tres años, pero ya su costo se hizo prohibitivo para nosotros, porque cada semana, por persona hoy cuesta una fortuna. A quienes puedan afrontar ese gasto, vayan ¡Vale la pena! Pero, cuidado con los tratamientos extras, cosmética, belleza u odontología. Son tentadores pero muy caros.
Al despedirnos del Dr. Waelli, le comentamos que íbamos a visitar el vecino pueblo de Gruyère, nos dijo que su casa quedaba en el camino y que lo visitáramos. No fuimos por falta de tiempo, pero cambiamos nuestra errada idea de que los suizos no son cálidos.
 


            El pabellón nuevo de La Prairie

En cinco minutos de ómnibus fuimos a Vevais, el pueblo donde vivió sus últimos años Carles Chaplin en una gran finca que lamentablemente estaba cerrado a las visitas. Pero nos emocionamos ante su monumento, siempre con flores.
El genial Charles Chaplin.

En Gruyère visitamos una quesería de demostración y degustamos la típica “raclette” de queso fundido con papas. Toda la región es hermosa, con aldeas aisladas en la montaña, y casas de madera dispersas en praderas verdes.
     Norma en Gruyère

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