LOS PRIMEROS ANUNCIANTES
Menciono un justo reconocimiento para los primeros grandes anunciantes que
prestigiaron a nuestra revista: Viajes Polvani de Italia y la empresa mayorista
española Meliá que nos acompañaron, desde el inicio, anunciando en las
retiraciones de tapa y contratapa y en colores, todos los meses. Un recuerdo
para la inolvidable Pan American y a su gran director de relaciones públicas,
el argentino Betancourt .que siempre tuvo conmigo atenciones excepcionales
En un viaje a Italia con Norma tuvimos oportunidad de conocer y agradecer su
apoyo a don Fortunato Polvani, un patriarca del turismo italiano e
internacional. Don Fortunato se había iniciado con una agencia en Génova y su
primera sucursal en América fue en Buenos aires, en 1949. Era un hombre de
principios y su empresa se caracterizó por el respeto al pasajero y al fiel
cumplimiento de lo pactado. Su slogan me impactó: “El mejor viaje, todo el
viaje”. Otro auspiciante, Viajes Meliá, fundada por don José (Pepe) Meliá, era
una gran empresa mayorista que desde siempre ofrecía” garantía de buen servicio,
con todo, en todo momento” Su director en Buenos Aires era Juan Carlos Kalhat,
un caballero, gran profesional y posteriormente querido amigo.
Ricardo Román, un argentino radicado en Brasil, desde hacía muchos años y
uno de los grandes dirigentes del turismo brasileño, fue también un cliente y
amigo desde nuestros inicios. Propietario de hoteles y representante de
compañía aéreas, nos acompaño siempre con su solidaridad.
A Noemí Trapani le debo reconocer su esfuerzo sin pausa y con sacrificio
para abrir el mercado del área hispana de USA para la revista COTAL. Ambas
fueron pioneras en ese gran mercado y Patricia, hoy, muchos años después, es
una amiga querida, que considera a Norma como su segunda mamá.
Fue una época de viajes incesantes por todo el mundo. Poco a poco
comenzamos a designar corresponsales. Los primeros fueron en Uruguay,
Venezuela, Perú, Chile, España, Portugal y Japón.
Conocí varios de los renombrados Club Mediterranée que crecían y se
extendían por todo el mundo. Fracasé en varios intentos por hacerlos clientes y
anunciantes de revista Cotal. Fueron innovadores y de los primeros en el
sistema de “todo incluido” y sin propinas. En un Club
Med de las Bahamas tuve una experiencia insólita. Fui a tomar un masaje y antes
de comenzar la sesión la masajista isleña me pidió permiso para cantar. Desde
luego que lo concedí y comenzó a cantar canciones religiosas con una hermosa
voz hasta el final de la sesión.
Congreso anual de la Achet , Puerto Varas, Chile.
Con Brasil tuvimos siempre contratiempos. Nos fracasaron varios
corresponsales. Por eso los negocios con ese gran país, que no fueron muchos,
siempre los llevé adelante yo. Los brasileños querían trabajar para la revista y
prometían su dedicación pero no cumplían. Eran simpáticos y divertidos y les
gustaba la representación que la revista les daba y que les abría las puertas
para muchas invitaciones, pero no producían negocios. Comencé a concurrir y
participar en todos los grandes eventos turísticos de Brasil. El Congreso de la Asociación Brasileña
de Agencias de Viajes, ABAV, se realizaba cada año en una ciudad diferente lo
que me dio oportunidad de conocer casi todo ese enorme y hermoso país.
El Congreso de Cotal en Recife y Olinda, dos ciudades hermanas y vecinas
fue un éxito por la cantidad y calidad de los participantes y por el escenario
tan hermoso de ambas ciudades. Recife es una pequeña Venecia con numerosos canales
que la surcan. Olinda con sus altas colinas mirando al mar, con más de cien
iglesias, con su arquitectura colonial portuguesa, merece haber sido designada
patrimonio de la humanidad por la
Unesco.
Uno de los corresponsales que tuvimos en Brasil fue el Dr. Pedro Chavez
Barcellos, médico pediatra y miembro de una familia patriarca de Porto Alegre.
Me invitó a su casa en la hermosa playa de Torres y conocí a su esposa poco
antes de que se separaran. En Brasil no había divorcio sino una separación y
los conyugues quedaban “desquitados”. Había en Porto Alegre una galería
comercial que se llamaba Chaves Barcelos, propiedad de la familia. Conocí
también a su mamá, una gran dama de la aristocracia brasileña. Después una hija
se suicidó. Pedro estuvo a prueba de tragedias y las superó; formó nueva pareja
con una joven agente de viajes y abandonó su carrera médica para dedicarse
totalmente al turismo. Llegó a ser presidente de Cotal, pero entonces yo ya
había dejado de ser el editor de la revista de la Confederación.
Lamentablemente , perdimos contacto y un día supe que había
fallecido. Como siempre, la culpa fue por mi desarraigo y el hecho de que
entonces aún no había aparecido el maravilloso internet que nos facilita el
contacto, desde cualquier lugar del mundo.
Conocí la bella Lisboa antigua, la de los pintores y los poetas, antes del
gran incendio de 1988 que casi la arrasó. Subía y bajaba sus calles adoquinadas
con los ojos bien abiertos ante la presencia constante de las abuelas
portuguesas, vestidas de riguroso negro, desde el pañuelo a las zapatillas.
Recuerdo la gran Catedral de Se,´ del siglo XII, y la Torre de Belén, al igual que
un sorprendente ombú en el medio de una pequeña plaza en el Alto. Seguramente
algún navegante portugués trajo un retoño de nuestra pampa y en Lisboa
prosperó.
En la capilla de los huesos, en la Iglesia de San Francisco de Évora, las paredes
están cubiertas por huesos y cráneos, unidos con cemento, como una
manifestación de los monjes para transmitir un mensaje sobre la transitoriedad
de la vida.
Nuestro corresponsal en Portugal, Francisco Cota, era un periodista,
ferviente cotalista y un personaje muy especial. Era admirador del ex dictador
Salazar y vestía siempre de negro en su recuerdo. Con Cota, nuestras cenas favoritas
eran petaniscas de bacalao y el delicioso pastel de nata. Era un buen gourmet y
mejor catador de vinos. Nuestras conversaciones de negocios o políticas siempre
eran acompañadas por algún delicioso vino añejo que él elegía sabiamente.
Culminábamos con una ginebra añeja que sirven bien helada y después buscábamos
algún lugar donde escuchar fados. Lamentablemente nunca coincidí con algún
recital de la gran Amalia Rodríguez, la indiscutible reina del Fado.
La histórica ciudad de Bahía, en Brasil, tiene una enorme influencia
africana. Disfrutamos de sus playas y una noche asistimos a una ceremonia de “Iemanjá”,
del culto umbanda. Iemanja, señora de mares y océanos, es la madre de todas las
deidades. Vestidas de largas túnicas blancas, los iniciados arrojan ofrendas
florales al agua, cantan y bailan en medio de oraciones y agradecimientos a la
diosa. Unos caen en trance y otros, como nosotros, se abrazan. Vimos bailar
auténtica “capoeira” y degustamos los buñuelos de frijoles, fritos en aceite de
palma. Ahora, los días dos de febrero al atardecer, en la playa Mansa de Punta
del Este, muchos adeptos también celebran esa ceremonia.
El gran novelista, mundialmente conocido Jorge Amado, es uno de los hijos
dilectos de Bahía; disfruté en el dulce idioma brasileño casi todos sus libros,
desde los primeros políticos reivindicatorios Cacao y Sudor, hasta los
realistas y descriptivos Doña Flor y sus dos Maridos, Tienda de los Milagros,
Teresa Batista, cansada de guerra y Gabriela, clavo y canela.
Los saveiros en Bahía, Brasil
Cotal en Cartagena de Indias, Colombia
También los congresos de COTAL eran anuales y en distintas ciudades. El
primer congreso al que asistimos fue en Asunción del Paraguay, en mayo de 1979.
Era la XXII
reunión de la
Confederación. Norma me acompañó. Fue un gran éxito para
COTAL y para nuestra revista que fue recibida con múltiples elogios. Empezamos
a cultivar a los amigos en el mundo del turismo que iban a crecer, día a día,
durante muchos años. Recordamos a la familia Salomón, agentes de viaje de
Asunción que nos abrieron las puertas de su casa y nos brindaron su valiosa
amistad.
La noche de la clausura del congreso se había organizado una cena de gala,
lógicamente al aire libre, dado que en Asunción, hasta mayo, siempre hace
calor. Sin embargo, esa noche hizo un frío inesperado. Los organizadores
colocaron grandes braseros para calentar el ambiente pero no fue suficiente. No
habíamos llevado abrigos, de modo que la solución precaria fue ponernos hojas
de papel de diario debajo de las camisas de los smokings. Las mujeres se
abrigaban con los manteles o directamente se volvían a los hoteles. Fue una
tragicomedia.
En ese mismo año del comienzo de nuestra labor editorial se realizó en
Buenos Aires el XIII Congreso de la Federación Universal
del Turismo, FUAAV que presidía el español don Juan Careaga., otro gran señor
del turismo español. El congreso de FUAAV fue un gran acontecimiento para
Buenos Aires y la Argentina ,
al albergar a la mayor entidad privada del turismo mundial. La organización
estuvo a cargo de la asociación argentina de agencias de viaje y la sede fue el
moderno hotel Sheraton, recientemente inaugurado.
Ese congreso fue para mí memorable porque durante esos días conocí a quién
iba a ser uno de mis más queridos amigos en el mundo del turismo, Oskar
Dignoes, inteligente caballero austríaco, radicado en España por muchos años,
director de turismo de Austria para España, Portugal y América Latina, casado
con una gran dama española, Malules Torres Quevedo. Dignoes dio el gran impulso
para difundir y promover Austria en los países latinoamericanos y lo hizo con
tanto entusiasmo y simpatía que se convirtió en un personaje esperado y querido
en todos los congresos de COTAL. Por Oskar conocí a Helmutt Zolles, director
general del turismo austríaco y a Elizabeth Saunbauer, Sissy, directora, con
quienes luego tuvimos buena relación.
Con Helmutt Zolles y Oskar Dignoes
Por mis responsabilidades en la revista seguía sumando reuniones,
seminarios, congresos y ferias, con sus países y ciudades. Si bien trabajaba
mucho, no dejaba de disfrutar de paisajes, costumbres, comidas, música y
bailes. Adoré Cartagena de Indias y enfrente, sus idílicas Islas del Rosario;
la feria del domingo en Chichicastenango, en Guatemala; el Parque Nacional de
Masaya y Granada en Nicaragua; las ruinas mayas de Copán, en Honduras y de
Palenque, en México o la misteriosa Cuzco y el impresionante Machu Pichu, en
Perú.
En Caracas tuve oportunidad de visitar a mis amigos cubanos Manolo Cores y
Raúl de Juan, que habían sido integrantes del gran equipo de Goar Mestre en
Proartel de Argentina.
Fui dos veces a la Feria
de Turismo de Milán; era inevitable tomar fotos de su famoso Duomo, pero
siempre estaba cubierto por andamios para interminables reparaciones. Esa Feria
no era la más importante de Europa. El ranking lo encabezaba la ITB de Berlín seguida por
FITUR de Madrid y la Feria
de Londres. Sin embargo concurrían muchos países latinoamericanos y nos daban
convenientes facilidades a los periodistas.
Me di el gusto de ir al gran teatro de la Scala. Tal vez el más
importante teatro de Operas del mundo. Conseguí ubicación en el popular
gallinero porque otro ingreso era imposible si no se compraba con bastante
anterioridad. Una noche presencié “Cavallería Rusticana” de Mascagni y la noche
siguiente tuve la suerte de ver nada menos que a Rudolf Nureyev bailando “Giselle”.
Maravilloso, inolvidable. Poco después, el etéreo bailarín murió en París.
Nos invitaron al Tianguis, de México. Tianguis significa, mercado o feria,
en el idioma azteca. Fue en la bella Acapulco, sobre el océano Pacífico. Tuve
ocasión de saludar y conversar con el Licenciado Miguel Alemán, presidente del
Consejo Nacional de Turismo, ex presidente de los Estados Unidos Mexicanos y
considerado el patriarca del turismo en México. Un hombre alto, encantador, muy
cordial a quien fue un honor saludar.
René Martínez, director de turismo de México,
Miguel Castro Etcheverría, presidente de Cotal, Licenciado Miguel Alemán,
presidente del Consejo Nacional de Turismo y Mario Seoane, Director Revista
Cotal.
En una convención en Las Vegas, los hoteles Hyatt ofrecieron un almuerzo campestre.
Había una larga fila de grande fuentes donde cada uno se servía a gusto.
Alguien me preguntó riendo, si me gustaba comer víbora porque yo la estaba
comiendo con gusto, creyendo que era pollo.
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