La compañía Japan Airlines y operadores turísticos de Japón nos invitaron a
un viaje de familiarización a las ciudades de Tokio, Osaka y Kioto. De Miami,
fuimos a Tokio, vía Los Angeles.
El recibimiento en el apartado aeropuerto de Narita ya nos adelantó el
tratamiento que nos darían los gentiles japoneses. Nos esperaba un limousine
negra, con un chófer de polainas grises y guantes blancos. Y los respaldos de
los asientos del auto tenían encajes blancos.
Nuestros anfitriones querían hacernos conocer mucho en pocos días. Nos mudaron
de hotel varias s veces, igual que los restaurantes que nunca repetimos. El
primer hotel fue el Akasaka Prince, recién inaugurado. Era todo blanco, como
casi toda la decoración y amplios cristales hacia los cuidados jardines. Era,
en ese momento uno de los edificios más altos de la ciudad. Tuvimos una suite,
con muchas flores, pero todas eran alverjillas blancas, lilas y rosadas. De
noche, casi nos enceguecían las luces centelleantes cuando la ciudad se
enciende como en una exhibición de pirotecnia. El segundo día de nuestra
estadía, al acercarnos a la recepción los empleados ya nos saludaban por
nuestros nombres. Qué clase de entrenamiento recibían, teniendo en cuenta que
estábamos en un establecimiento de dos mil habitaciones?
Nuestros anfitriones japoneses
Tokio era como una jungla de hormigón y asfalto, con imponentes rascacielos
y gente con prisa, a la que era casi imposible parar para hacerles una
pregunta. Las direcciones al estilo nuestro, con calle y número, no existen.
Son todas callecitas intrincadas. Te dan cajitas de fósforos con el nombre del
hotel o del negocio, pero aún con taxis, descubrir Tokio es toda una aventura.
Nos mudaron al Hotel Imperial, ubicado dentro de los jardines imperiales.
Vimos a las ancianas voluntarias, arrodilladas, limpiando con paciencia los
pastitos el jardín. Nos agasajaron con la ceremonia del té, una tradición
imperdible. En todo momento Emiko Momose estaba con nosotros y planificaba
nuestra incesante actividad desde la mañana temprano.
Corresponsal en Japón Emiko Momose.
Fuimos en el tren bala a la hermosa ciudad de Kioto, llena de templos y
cuidados jardines. Kioto fue la capital de Japón por más de mil años y fue su
centro de arte, cultura y religión. A diferencia de la intrincada Tokio, Kioto
conserva su trazado cuadricular que hace fácil la orientación. En Kamakura, se
nos presentó un mundo asombroso de templos y oratorios, en medio de jardines
silenciosos.
Bajo un cerezo, con el gerente del hotel, Kojiro
Muroya y Emiko Momose.
Japón fue nuestra primera y única experiencia en Oriente.
Nuestros anfitriones nos hicieron conocer los mejores hoteles y restaurantes.
También un cabaret para turistas. Era enorme. Hermosas japonesitas hacían
pirueta en trapecios colgados del techo. No nos gustó. Todo parecía muy
artificial y supongo que así también habrán sido las conversaciones de las
chicas con los turistas que las invitaban. Una noche le dije a Norma que quería
conocer la auténtica noche de Tokio y salí a caminar. Había buscado en un
diccionario inglés –japonés los signos de la palabra cabaret. Encontré uno y
quise entrar pero un japonés forzudo me dijo de mal modo que era solamente para
japoneses. Después encontré otro. No había nadie. Alcancé a ver unas pequeñas
mesitas redondas, en las que estaban sentados japoneses con chicas en bombacha
y corpiño. No vi más porque apareció un portero grandote y enojadísimo que casi
me saca de los pelos. “Japonés only, japonés only” me gritaba. Después supe que
si la policía encuentra un turista en esos locales, les impone una multa
altísima.
La cultura japonesa tiene un fuerte lado místico. En
general tienen dos religiones. El sintoísmo, que en cada hogar tiene un pequeño
altar, es el culto y veneración a los antepasados, y el budismo que es una
religión apacible mostrando en las estatuas de los Budas que abundan, una
expresión luminosa, altiva y serena, como de comprensión.
Visitamos Tsiki, el mercado de pescado más grande del
mundo.
Osaka es la tercera mayor ciudad de Japón. Está el
castillo de Osaka, la atracción turística más importante de Japón. Nos llevaron
a una función de teatro japonés que llaman Kabuki. Es una expresión artística
en un único acto escénico, con vistosos vestuarios totalmente diferentes a
nuestras costumbres y concepto del teatro. Hicimos lo posible para encontrar y entender
el sentido de lo que veíamos, de acuerdo a las explicaciones que nos habían
dado, pero no lo logramos y nos aburrimos solemnemente. También tienen el
teatro Manzai que se basa en diálogos cómicos. Obviamente, no fuimos.
Teatro Kabuki en Osaka
Osaka es también el centro cultural de Japón. Tiene la mayor cantidad de
templos budistas y santuarios sintoístas del país, los mejores palacios y asombrosos
jardines. Por respeto a su inmenso patrimonio cultural, Osaka no fue
bombardeada durante la segunda guerra mundial. Se especializan en el arte de
preparar el incienso, confeccionan delicados abanicos. Probamos sus raros
caramelos de verdura y de legumbres.
Frente al segundo más grande Buda de bronce en Japón
La tierra del sol naciente, fue una gran experiencia. Admiramos su avance
tecnológico, participamos de ceremonias religiosas, de budismo y de sintoísmo. Le
compré a Norma unas lindas perlas, hicimos un viaje en el tren bala y nos
despedimos de ese país tan especial. Después de haber perdido la guerra ya se
habían recuperado y eran la segunda más rica economía del mundo. Agradecimos sinceramente
a nuestros anfitriones y escribí en la revista dos notas de seis páginas tratando
de reflejar nuestras impresiones.
El abrazo del amigo presidente Guillermo Sanabria
Nuestro trabajo con la revista Cotal como un valioso instrumento de
comunicación e integración latinoamericana, era más valorado por empresarios y
autoridades internacionales que por algunos directivos de la Confederación.
Reconocimiento del Consejo
Directivo de Cotal a nuestro trabajo editorial.
Hubo grandes presidentes de COTAL con quienes tuvimos amistad y excelente
relación y que siempre estuvieron dispuestos a avalar y facilitar nuestra tarea
periodística. Es justo mencionar a Raúl Soriano, de Perú; Roberto Recio, de
Argentina; Mario Amestoy de Uruguay, Gustavo Sanabria, de Bolivia y Loris
Isatto de Brasil. A ellos, desde estas memorias, nuestro recuerdo y
agradecimiento.